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Polaroid de locura ordinaria (II)

Prometí anteayer concluir con el relato de mis vivencias del fin de semana, así que voy a cumplir primero la promesa y después Yahvé dirá. La gente sagaz entre el público se habrá dado cuenta de que dije que creía que el mundo estaba como una cabra, y, si bien en el primer episodio hay abundantes evidencias de que yo sí lo estoy, no justifiqué por qué hice extensiva al resto del personal tamaña afirmación. Eso sí, para decepción de mis fieles lectores (y alivio del escritor, claro), esto no va a ser ni de lejos tan espectacular, aunque dejo abierta la cuestión de si mi experiencia del sábado es algo normal en un país desarrollado.

Dejamos a nuestro héroe llegando a la estación de tren de Jerez cargado, esta vez sí, con su maleta correspondiente (varias horas después de lo previsto, pero llegando al fin). Volví sano y salvo a casa y, como era de esperar, preferí no arriesgarme a salir a la calle durante el resto del día, no fuera a dejarme la ropa en una esquina o algo. Así que llamé a drevilpontxo con la idea de quedar con darthia y con él para jugar al Magic al día siguiente, en el que había prevista una presentación de Guildpact en Jerez. Tras un par de llamadas quedó claro que a lo que darthia iba a jugar durante el finde era al juego del palo (en los escasos descansos para comer que le dejan sus explotadores) y que drevil tampoco tenía posibilidad de ir el Sábado. El trabajo es esclavo, supongo. Al final quedé con drevil en ir con él a jugar a Cádiz el domingo.

Me levanto (tarde :P) el sábado y, mientras me dispongo a ir con mis papis a comer por ahí, suena el teléfono de mi casa. Es para mi padre. Tras una conversación curiosa, me suelta la historia: Resulta que tiene una compañera de trabajo (la llamante) que lleva un montón de tiempo dándole la lata acerca de mis idas y venidas. ¿El motivo? Pues que dicha compañera tiene un cuñao cuya mayor ilusión en la vida era conocer a un físico. Y yo que creía que los raros eran los que hacían mi carrera, y resulta que no, que son más raros los que están fuera… Total, tras deliberar durante la comida y concluir que no parecía posible que olvidase el tema, acabé hablando con ella para quedar con el cuñado (al que llamaremos Nacho de aquí en adelante). Supongo que sería mi destino.

Hago un inciso para que el lector (en caso de no pertenecer a la secta) considere la situación como se merece. A un deportista, uno se acerca a pedirle un autógrafo porque le admira. Una celebridad aleatoria atrae a la gente por aquello del glamour, o bien porque tiene una vida muy interesante. En ambos casos se trata de gente que, para bien o para mal, le dice algo a una parte abundante de la sociedad. Pero a los físicos no nos pasa eso; la gente que se acerca a nosotros persigue más bien contarnos sus particulares teorías sobre el mundo. Y, por supuesto, Nacho no me defraudó.

Nacho es ingeniero, aunque tiene bastantes inquietudes de naturaleza cósmica (me refiero a cosmología, no a la bruja Lola). Una vez presentados, y como le había dicho que a las seis quería estar de vuelta en mi casa, nos pusimos al grano: resulta que este hombre tiene una teoría muy particular sobre la gravedad, que a él le parece más intuitiva que las explicaciones de Newton o Einstein. Según él, la idea es que a cada cuerpo llegan, continuamente, partículas gravitatorias (como «piedrecitas») que los bombardean sin piedad por todas partes. La materia absorbe en parte esas particulitas, haciendo su flujo más débil. Por ejemplo, pensemos en un planeta triste y solo en el espacio; continuamente le llegan partículas de todos lados, así que no tiene fuerza neta. Si le ponemos cerca un sol, parte de las partículas que vienen por el lado del sol son absorbidas por éste, por lo que por ese lado hay un defecto neto de «pedradas». Entonces, debido al empuje del resto de «piedrecitas», el planeta se acerca al sol.

Por sorprendente que parezca, esta teoría no es completamente peregrina. De hecho, el mayor obstáculo que yo le vi era el origen de dichas «pedradas». Si aceptamos que existen y se comportan como este hombre quiere, la ley de la gravitación de Newton sigue inmediatamente (la fuerza tiende a acercar los cuerpos; cuanto más «gordo» es un cuerpo, más partículas absorbe, lo que hace la interacción más fuerte; y el ángulo sólido subtendido por un cuerpo visto desde otro decae, efectivamente, como el cuadrado de la distancia). Nacho continuó contándome cosas, como que según su teoría el Universo se expande (desde el «borde» del universo no llegan «piedras», así que los cuerpos son acelerados hacia él), el defecto de masa en los átomos se puede explicar (aquí me enzarcé con él porque su explicación no me convencía :P), etcétera. También me dijo que para un niño es más fácil explicar la idea esta de las piedrecitas que convencerle de que los cuerpos se atraen de forma misteriosa. (No sé cómo explicar a un niño que a todo el mundo le llegan piedras por todos lados, pero bueno).

En fin, no fue nada terrible, el hombre era muy agradable y obviamente había pensado en la idea. Yo le animé a que se pusiera en contacto con gente especialista en gravitación; él ya mantenía correspondencia con un catedrático de Granada, y también (pobre imprudente) había intentado hablar con Manuel Lozano (con poco éxito, como era de esperar). La verdad es que le veo bastantes cabos sueltos, aunque es posible que su teoría funcione bien. Pero es más bien difícil que sea aceptada porque sus partículas tienen propiedades (desde mi punto de vista) harto extrañas y porque, posiblemente, al final se llegará a la ley de Newton. Le recomendé que buscase un experimento en el que su teoría se contradijese con las aceptadas y tratase de conseguir que alguien lo hiciera; también insistí en que le diese una forma matemática a la teoría, y (¿me arrepentiré? :P) le di mi correo por si quería contar conmigo.

Pero vamos, que detalles aparte, la cuestión es que a la gente normal se le llama para ir a tomarse cañas al bar, no para hablar de rompedores marcos teóricos. 😛

El resto del sábado lo pasé a base de fútbol, primero con el Xerez, después con el Madrid, y finalmente jugando con mi padre al Pro Evolution Soccer en la Play que le regalamos por Reyes. Preparé después los tiestos para ir a jugar al día siguiente y me acosté para levantarme el Domigo a eso de las ocho de la mañana, cosa que debería estar prohibida por la ley.

Fui para Cádiz con drevil y otro buen amigo nuestro. No voy a entrar en muchos detalles acerca del torneo, más allá de que (a pesar del sueño xD) me encantó eso de volver a jugar, ir para Cádiz todo legañoso y desayunar en un bar poco glamouroso con los colegas, ver a algunos de los históricos que andaban por allí (destacando al gran Antonio Chaves, master de la tienda, por supuesto), abrirle al mamón de delante un mazo de Dios (entró cómodamente pactando la última… el tipo luego vino a darme la mano y a agradecerme el mazo xD), romperme la cabeza a ver qué metía y qué no… hacía ya mucho tiempo desde la última experiencia y la verdad es que me gustaría hacerlo más a menudo (lástima no ser joven). Había unos 40 jipis, cuatro rondas y cuartos de final; yo hice 2-0-2 (en cristiano, dos victorias y dos empates), de modo que me fui de allí imbatido. Mis ocho puntejos no me valieron (obviamente) para clasificarme para la fase final, aunque quedé en un digno 12º lugar y me gané un sobrecito extra.

Creo que con esto es bastante. Espero no haber aburrido mucho, aunque lo del viernes era difícilmente igualable 🙂 Hasta la próxima…

Polaroid de locura ordinaria (I)

Como era de esperar (el que avisa no es traidor), han pasado bastantes días desde la última vez que escribí. Tengo por ahí un post a medio moldear que tal vez acabe, pero el hecho es que, por uno u otro motivo, hace diez días que no me pongo. De todas formas —y como nunca es tarde si la *icha es buena— voy a volver hoy al vicio, a ver si recupero la constancia.

Supongo que lo que se estila aquí es escribir sobre uno mismo, así que voy a llevar a cabo una reflexión íntima sobre el estado general del mundo: está (estamos, yo el primero con cierta diferencia) como una cabra. Este fin de semana he tenido la diáfana impresión de que como el futuro del Universo dependa de gente como yo (y como alguno de los que me rodea), nos vamos todos al garete. Lean, lean:

Todo empezó el pasado Viernes. Como hacía algo más de dos semanas que no veía a mis padres, y de todas formas tampoco iba a hacer nada muy útil porque el Jueves me acosté bastante tarde terminando una cosilla, decidí que iba a coger el tren de las dos (todo esto a la una y veinte pasadas y acostado) por aquello de compartir la comida con mis progenitores. Total, que hago la maleta (que pesaba como un muerto la jodía) y me voy zumbando a coger el tren. Lo pillo relativamente por los pelos, me siento y aviso a mi madre por si tenía que poner a hervir los garbanzos. Hasta aquí todo muy normal.

Medio adormilado por el poco sueño, paso mal que bien la hora escasa de viaje que me separa de Jerez de la Frontera. Al llegar a mi city natal, me bajo del tren y abandono la estación para ir a encontrarme con mi padre. Iba yo bajando la cuesta de la estación con paso alegre, me sentía bien, libre, liviano…

…Y tan liviano. Como que, capullo de mí, me había dejado la maleta en el tren.

Dejo un párrafo para que, una vez descojonados a mi costa y gloria, os recompongais y os sequéis las lágrimas que se os hayan podido saltar. ¿Listos? Pues sigamos adelante, que queda más.

Total, que vuelvo a la estación y me dirijo a atención al cliente, donde me atiende un señor muy amable. De la conversación con él extraigo que la organización de la RENFE deja bastante que desear (más sobre este extremo inmediatamente) y que, por suerte o por desgracia, no soy el único (ni el peor) al que le pasan cosas de este estilo. Le cuento mis penas, identifico la maleta (que tampoco era como para perderla precisamente), y se dispone a llamar a los interventores del tren.

Lo de la organización de la RENFE viene ahora:

LA SUITE DE LA MALETA. Breve entremés de teatro. (Jerez de la Frontera, un Viernes cualquiera a las tres y media de la tarde. Es la sección de Atención al Cliente de una estación de RENFE. Hay un mostrador con dos sillas de cara al público. El incorregible DESPISTADO, con rostro de preocupación, está sentado en una de ellas. El amable EMPLEADO de la estación le escucha con atención y no parece concederle al problema la importancia que para el DESPISTADO sin duda tiene. Conforme sube el telón, el DESPISTADO está conversando con el EMPLEADO).

DESPISTADO. – … y es una maleta verde, muy grande. Me la he dejado en la última composición del tren, no estoy del todo seguro si en el vagón de cola o en el del medio…
EMPLEADO. – ¿Tiene dos composiciones el tren?
DESPISTADO. – Sí, tiene dos y yo iba en la segunda.
EMPLEADO. – Bueno, vamos a ver. Voy a mirar el número del tren, por si acaso. (Revuelve unos papeles) El 3010… Un momentito. (Marca un número de teléfono). Voy a llamar para que me den los números de los interventores que van en el tren. (Pasa un cierto tiempo). Vaya, no me lo coge nadie. (Verifica el número y vuelve a marcar. Pasa de nuevo un tiempo). Joder, esto es como para una emergencia. (Dirigiéndose al DESPISTADO) Es que los números de los interventores no los tenemos, y además me tienen que decir quiénes son los que van en el tren. (Con una cierta irritación lo intenta por tercera vez; en esta ocasión sí le cogen el teléfono). Hola, soy el EMPLEADO de Atención al Cliente Jerez, es que tenemos aquí un cliente que se ha dejado en el tren la maleta (con naturalidad). Necesito que me des los teléfonos de los interventores que van en el tren Andalucía Exprés Sevilla-Cádiz de las dos, el 3010. (Tras una breve pausa, apunta dos nombres y dos teléfonos en una hoja)… Vale, muchas gracias. (Dirigiéndose de nuevo al DESPISTADO) A ver si podemos hablar con los compañeros que están en el tren para que localicen la maleta.
DESPISTADO. – A ver si hay suerte. ¿Qué cree que harán con ella?
EMPLEADO. – (Marcando el primer número) Supongo que te la dejarán en Atención al Cliente. Vaya, me dice que el móvil está apagado. (Lo intenta de nuevo sin éxito) Qué va, no hay manera. A ver si puedo hablar con el otro, lo que pasa es que él estará en la primera composición y no puede pasar de una a otra. (Marca otro número) Hola, soy Atención al Cliente Jerez, tengo aquí un cliente que se ha dejado una maleta en el Andalucía Exprés Sevilla-Cádiz. (Pausa y cara de extrañeza) ¿Ah, sí? Disculpa, es que he llamado a la centralita y me han dado este número. Perdona, hombre. (Cuelga).
DESPISTADO
. – ¿Y?
EMPLEADO. – Pues que la niña de la centralita me ha dado el teléfono de uno que va en el TRD de Málaga. (Comprueba de nuevo el número del tren) Vamos, yo estoy casi seguro de que le he dicho bien el número del tren, pero voy a mirarlo otra vez…
DESPISTADO. – (Comprobando su billete) Yo tengo aquí anotado el 3010.
EMPLEADO. – Sí, si es ese. (Vuelve a marcar) Hola, soy Atención al Cliente Jerez, antes te pedí el número de los interventores del tren 3010, Andalucía Exprés Sevilla-Cádiz, y de los que me has dado uno no está encendido y el otro va para Málaga. Sí, el 3010. (Apunta otros dos nombres y números). Vale, gracias. No pasa nada. (Cuelga y se dirige al DESPISTADO) Es que se había equivocado la primera vez. (Marca y pone rostro de incredulidad) No me lo puedo creer…
DESPISTADO. – ¿Qué pasa?
EMPLEADO. – Pues que el interventor de la segunda composición tiene el móvil apagado. Esto es la leche. (Vuelve a marcar por enésima vez, visiblemente molesto) A ver si con INTERVENTOR 4, que es colega mío… ¿Sí? Hola, soy Atención al Cliente Jerez, ¿vas en el 3010? Vale, es que tengo aquí un cliente que se ha dejado la maleta…

No miento si digo que todo este kafkiano proceso duró como media hora o más. Vamos, que menos mal que el tren iba para Cádiz y no para Irún, que si no igual me dejan la maleta en Castilla la Vieja. Al final hablamos ambos con el interventor «bis», que quedó en ponerse en contacto con su compañero del vagón de atrás y avisar; lógicamente, esto no pasó hasta que el tren había llegado a Cádiz y todo el mundo (menos un servidor) se había ido ya a comer a casa.

La cosa quedó en que me dejaron la maleta en Cádiz una vez llegó el tren, y allá que me fui a recogerla a las taurinas cinco de la tarde. Y en el fondo tuve suerte, primero porque la recuperé sana y salva (todo lo sana que puede ser una maleta llena con 20 kilos de ropa sucia, claro). Y segundo porque por un pelo me dio tiempo de coger el Cercanías que salía de Cádiz a las 18.05 habiendo llegado a las 18.03, a pesar de que el pobre hombre de Atención al Cliente pasó un mal rato para traerme la maleta de dónde la tenía guardada del peso que tenía (la maleta, no el hombre; de hecho, conforme bufaba arrastrándola hacia mí, él me decía «¿Pero cómo te la has podido olvidar?»). Total, los tres cuartos de hora que estuve en Atención al Cliente Jerez con el EMPLEADO, así como las dos horas de la ida y vuelta en Cercanías a la tasita de plata (que invertí fundamentalmente en mirar al mar con ojos soñadores y hacer sudokus), las apunto como un precio relativamente barato a pagar por esta lección 😛

Debo decir que (como es evidente :P) mis capacidades de raciocinio estaban bastante tocadas en el viaje; de hecho, antes de salir del recinto de la estación se me pasó por la cabeza lo de la maleta, pero pensé «qué va, si no la traía» (ciertamente las últimas veces que he ido para Jerez no la llevaba). Tampoco se me ocurrió (hasta que no fue demasiado tarde) avisar a un colega que se bajaba en Puerto Real e iba en el mismo vagón que yo para que me dejase la maleta allí en la estación (que me hubiera ahorrado un buen tramo de tren y algunas carreras). De verdad que era todo por el sueño, no es que hubiera tomado nada raro… aunque ya que tengo los síntomas de todas formas igual debería planteármelo 😀

Pero vamos, que mi obnubilación mental transitoria tampoco es excusa; repasando someramente, a lo largo de mi vida he perdido por despistes —entre otras cosas— una zapatilla de deporte (una sí y otra no), una camiseta, paraguas varios, la cartera, el móvil, las llaves… Afortunadamente casi todas las recuperé en su momento, pero desde luego que soy un despistado patológico (en mi descargo diré que de cuatro o cinco años para acá me pasa con muchísima menos frecuencia). En fin, el único consuelo que me queda es que una cosa tan espectacular como esta no suele pasarme dos veces, así que supongo que mi equipaje está seguro de cara al probable viaje a USA de este verano… aunque mejor me callo… 🙂

Como me está quedando un post tela de largo, casi que mejor lo posteo ya. En breve (hoy, mañana, quién sabe) los siguientes capítulos del fin de semana…

Carta para mí desde el 2086

Interesante (y alarmante) página sobre los efectos de la DMCA, en la que Niels Ferguson explica por qué ha decidido autocensurarse y no publicar un artículo:

Censorship in action: why I don’t publish my HDCP results

(Más casos en la página de la EFF).

Aunque el tema exacto del artículo no afecte directamente a todos, el paralelismo que traza su autor es magistral:

Supongamos que un ciudadano estadounidense trabaja para un fabricante de armas de fuego, haciendo pistolas. Una de esas pistolas aparece aquí en Amsterdam y se usa para cometer un crimen. Esta persona viene de vacaciones aquí a Europa, y se le arresta por violar las leyes holandesas sobre armas de fuego porque ayudó a fabricar la pistola en los Estados Unidos. Eso es lo que le pasó a Dmitry. ¿Es eso justo? ¿Es así como queremos que funcione el mundo?

El principio de aplicar leyes nacionales a cualquiera que publique cualquier cosa en cualquier lugar del mundo es terrorífico. Si permitimos que ese principio se use, jamás recobraremos la libertad. Habrá una elección. Puedes decidir no abandonar jamás tu país por absolutamente ningún motivo. Eso significa que quizá no puedas asistir a la boda o al funeral de alguien querido. O bien, puedes restringir todas tus manifestaciones para satisfacer todas las leyes de todos los países a los que tienes alguna posibilidad de viajar. Casi mejor no dices nada, porque es muy difícil encontrar algo que sea legal en todos sitios. O perdemos nuestro derecho a viajar, o nuestro derecho de hablar y ser oídos. ¿A qué derecho humano fundamental quieres renunciar hoy?

Niels es científico. Trabaja extendiendo los límites del conocimiento, para que la sociedad en su conjunto avance y se beneficie. Y ahora resulta que su capacidad de publicar sus resultados (en Holanda) se ve restringida por una ley estadounidense diseñada para contentar a una serie de grandes compañías, ninguna de las cuales tiene el bien común entre sus objetivos prioritarios. Además, y como él mismo dice, esta prohibición —cuyo teórico objetivo es proteger a los dueños de un cierto contenido de la piratería— tiene como paradójico resultado que lo que se ahoga son los derechos fundamentales de los consumidores (y, en general, del 99% de la población).

Yo también soy científico (en formación, pero científico al fin) y este panorama no resulta nada halagüeño, no tanto por que a mí me afecte directamente, sino porque es una traición al contrato sobre el que se construye nuestra sociedad.

De momento, y afortunadamente, la DMCA sólo se aplica a cosas relacionadas con la informática. Pero, en este mundo, todo es informática. De hecho, se puede argumentar que el artículo que este hombre ha decidido no publicar no es informática, sino matemáticas, ya que en el fondo es un tratado sobre criptografía. Con el tiempo, y si permitimos que estas fronteras se sigan ampliando, cada vez más partes de nuestra libertad se verán afectadas.

¿Nos acercamos a una versión orwelliana de la realidad? Si esta locura continúa, no vamos muy desencaminados.

Noche en Downtown

Bueno, pues cada vez parece más oficial. Si las cosas no se tuercen, en un tiempo relativamente corto cruzaré el charco (el grandote ese que queda a la izquierda de España en los mapas) y me iré un par de meses a vivir mi versión particular del sueño americano: una estancia en NIST, a las afueras de Washington DC (a unos 40 km del centro de la ciudad). Posiblemente para el verano (Junio o Julio) esté ya con las maletas en el aeropuerto, con lacrimógena despedida y todo.

No creo que hubiese un sitio mejor que el NIST para ir. Lo resumió de forma muy gráfica mi director de tesis, diciendo que si cayese una bomba allí se perdería el 90% del conocimiento mundial en mi tema de estudio (la fractografía). Ya tuve el placer de conocer a uno de los NBA de allí, George Quinn, en el congreso de Eslovaquia, y otro, Sheldon Wiederhorn, es probablemente el más brillante científico mundial en el campo de la Ciencia de Materiales. (Aparte de ser íntimo amigo de mi director de tesis, cosa que lógicamente siempre ayuda…) 😛

Para redondear la jugada, a principios de Julio hay un congreso importante en Rochester, Nueva York (a unos 400 km tanto de Washington como de la capital del estado) que organiza la gente del NIST, y si me pilla en USA por supuesto que iré de cabeza.

Mentiría si me dijera que no me impone un poco la idea de ir. No sólo por el hecho de que sería la primera estancia que hago (y no precisamente a Granada), sino porque a uno siempre le intimida eso de estar con «los más grandes». En este punto en el que estoy no estoy muy seguro de mis habilidades (sobre todo científicas, aunque no sólo esas). No es que no tenga confianza en ellas, porque sé que más o menos me defiendo; es, más bien, que hasta ahora nunca he tenido que compararlas con tanta crudeza con el mundo real.

Bueno, una vez superado este pequeño shock, es hora de dejar las preocupaciones a un lado, porque tengo que ponerme a mover papeles desde ya: hablar con la gente de allí, presentar el abstract al congreso (el plazo acaba el viernes que viene, así que me tengo que poner las pilas), tramitar los visados… Iré a aprender, a desempolvar mis conocimientos del idioma y a pasármelo bien. Y tengo toda la intención de exprimir la experiencia al máximo, así que aprenderé muchísimo, vendré hecho un Shakespeare, y voy a exprimir la cámara de fotos al máximo 😉 Quién sabe, si no les quemo el laboratorio ni nada a lo mejor me podría ir para allá de postdoc 🙂 ¡América, allá voy!

Y dale alegría a mi corazón

Lo acabo de leer en as.com:

Xerez: Alcaraz y Morales abanderan el sueño

El noveno presupuesto de Segunda se mantiene líder de la categoría con un colchón de 11 puntos sobre el cuarto, 12 victorias y dos derrotas en 19 partidos, 34 goles a favor y sólo 17 en contra. Esas son las sorprendentes estadísticas de este Xerez que viaja embalado hacia Primera por mucho que su pragmático técnico, Lucas Alcaraz, le ponga cortapisas a la euforia colectiva con la cantinela aquella de «partido a partido». El gurú granadino luce ahora como héroe en el mismo sitio donde fue villano hace cuatro temporadas, cuando su Recreativo y los azulinos de Bernd Schuster se jugaban en las últimas jornadas el ascenso a Primera. El Decano se llevó el gato al agua y el Xerez, que ya por aquel entonces andaba sumido en unos problemas económicos letales, comenzó a sobrevivir de milagro.

La presidencia de los empresarios Luis Oliver y Gil Silgado, las deudas con la administración y el impago a jugadores y empleados pusieron a la entidad gaditana al borde del precipicio, pero el sevillano Joaquín Morales decidió tomar las riendas este verano con mucha decisión. Contrató a Alcaraz, saneó (todavía sigue en el empeño) la economía del club y se puso en manos del entrenador granadino y del ex bético y sevillista Diego Rodríguez, director deportivo, para reformar con una decena de fichajes una plantilla harta de problemas pasados.

El acierto de Geijo (nueve goles) y la recuperación de futbolistas como Pedro Ríos, Dani Pendín o Ismael son fundamentales para que el Xerez ponga rumbo a la que puede ser su primera temporada de Primera en 58 años de historia. Ciudad (Jerez, 196.000 habitantes, más incluso que la capital de provincia, Cadiz), estadio (Chapín, 22.000 espectadores) y afición (ha alcanzado este año los 15.000 socios) hay de sobra para ello.

‘Nuff said 🙂

Nada del mundo real

Esta mañana me he quedado bastante asombrado con las capacidades de la mente humana. Os pongo un poco en situación…

Este cuatrimestre estoy dando clase de las prácticas de una asignatura de mi carrera. Los Lunes y los Martes, las clases empiezan a las 11.30, y por una serie de movidas me toca a mí dar casi todas. En la noche de anteayer, me puse el despertador (del móvil) a las 9:10 de la mañana, pero ayer por la mañana me desperté yo solito (cosa insólita, y más a esas horas), miré el despertador y eran aproximadamente las nueve y cinco. Procedí a darme una ducha y me fui, sin más novedad, a torturar alumnos despiadadamente.

Anoche volví a repetir la misma escena: me puse el despertador del móvil a las 09.10 y me acosté. Esta mañana, de nuevo me he despertado antes de que sonase la alarma, y en el estado típico ese en el que no se está del todo despierto, he supuesto que me habría pasado lo mismo que ayer, me he dicho «total, ahora sonará, puedo echar otros cinco minutitos» y me he vuelto a quedar dormido.

Bueno, pues inmediatamente he soñado que me despertaba, miraba el móvil y ya eran las 11.47 (ya pasadas las 11.30, y además de mi casa a la facultad hay algo menos de media hora andando o en bus) y que la alarma no había sonado (además por un motivo totalmente coherente). Me entraba el pánico y me levantaba, con la idea de pillar un taxi. Medio dormido luchaba con la ropa, pensaba en mis alumnos en el laboratorio, en la otra profesora que quizá ya estuviera allí preguntándome dónde me había metido… Luego el sueño degeneró a una cosa extremadamente surrealista (esencialmente había una inundación bestia con desbordamiento del Guadalquivir, del brazo muerto (!), incluída, con la Macarena que parecía un paseo marítimo… lo que impedía circular a ningún transporte… y cosas así), pero la primera parte era real como la vida misma.

Total, que me despierto del sueño bastante agitado. Cuando recupero la conciencia, me convenzo a mí mismo de que no ha sido más que un sueño recordando sus últimas escenas, pero siento que hay un poco más de luz en el cuarto de la que debiera. Total, que miro el móvil (esta vez el de verdad) y eran las 10.37. La alarma no había sonado porque, misteriosamente, ayer la puse a las 19.10 en vez de a las 09.10…

Afortunadamente, la hora a la que me he despertado ha sido bastante anterior a la del sueño y me ha dado tiempo a llegar (con algo de apuro, eso sí) a mis clases. Pero ha sido una situación bastante extraña… A veces, sobre todo en el instituto, he soñado que me levantaba y me quedaba plácidamente dormido antes de que mi madre llegase alarmada a avisarme otra vez. Hubo también una época en la que me despertaba poco antes de que sonase el despertador. Y otras veces, especialmente antes de los exámenes de la facultad, me despertaba solo con los nervios bastante antes de la hora. Pero es la primera vez que me salvo de llegar tarde gracias a un sueño. Si es que esto de la mente es un buen invento.

Un niño nace

Supongo que, para inaugurar el contenido con algo de fundamento de este blog, es de recibo que empiece contando algo sobre mí. Obviamente, hay muchos otros temas más apasionantes de los que hablar (decídmelo a mí que vivo conmigo), pero como la cantidad de tiempo libre en el universo es muy grande, a lo mejor aparece alguien por aquí que no me conoce y tiene algún interés en hacerlo (hay gente para todo). Además de este encomiable altruismo, también me sirve de motivación el no tener ganas de hacer nada útil 🙂

Aunque técnicamente soy barcelonés, llevo toda la vida (salvo los primeros 364 días) por debajo de Despeñaperros y me considero andalú por los cuatro costados. Siempre fui un niño bastante rarito, cosa que afortunadamente se ha curado con los años (porque ya no soy un niño, fundamentalmente). Aprendí a leer muy pronto, era (soy) curioso hasta resultar desesperante, me dedicaba a disquisiciones filosóficas en lugar de a los encantadores pasatiempos más típicos de mi edad (pegarse de leches y esas cosas). De aquella época aún conservo una de mis tendencias favoritas: buscarle los tres pies a cada gato que se me cruza.

Me explico: nunca fui amigo de seguir las normas al pie de la letra, pero tampoco de violarlas; en vez de eso, las analizo en busca de errores, agujeros lógicos y dobles sentidos y luego las exploto para sacar de quicio al que se me ponga por delante. Hace poco, un (excelente) maestro de mi etapa en Preescolar me recordó una anécdota reveladora. En una ocasión, nos instruyó para que coloreásemos un paisaje con «colores reales»; era una de esas multicopias (en aquella época lo de la fotocopiadora no se llevaba tanto) típicas para niños, con un campo, animalitos y montañas al fondo. Yo, como era de esperar, en lugar de pintar las montañas como lo haría una persona normal (de marrón, pongamos), las pinté de azul, y como era el típico niño sabihondo, el profesor aprovechó la ocasión para comentarle a la clase que había metido la pata en el color de las montañas, por aquello de que todo el mundo comete errores. Y entonces yo, inocente y triunfante, fui y le dije textualmente: «Maestro, ¿acaso no sabes que en la lejanía todo es azulado?»…

Si me detengo a contar todo esto, aparte de para dar una idea de lo repelente que puede llegar a ser un servidor, es porque esa búsqueda permanente de los límites es uno de mis rasgos de personalidad más acusados. Es algo de lo que no he sido plenamente consciente hasta hace muy poco, pero es tan mío como la voz o el odio acérrimo al despertador. De hecho, mientras este buen hombre me contaba la anécdota —que yo ya había olvidado—, en el momento en el que me dijo que había pintado las montañas de azul yo ya sabía lo que iba a venir después: hay cosas que uno nunca cambia 🙂

En fin, después de una infancia y pre-adolescencia con ciertos altibajos, llegó mi etapa en el instituto. Hasta ese momento yo vivía en una suerte de mundo paralelo, pero afortunadamente esos cuatro años me cambiaron para bien, convirtiéndome en una persona aceptablemente sociable. Tuve la suerte de encontrar a grandes amigos en el instituto (entre ellos mi compi Darthia), que aún conservo a pesar de que no los cuido tanto como debería. Hacia el final de mi etapa en el instituto comencé a escribir, muy especialmente poesía, que creo modestamente que no se me da muy mal. De hecho, tengo incluso un libro publicado. Nunca ganaré ningún Nadal ni nada parecido, pero adoro componer poemas. Lamentablemente, si la novela —según dicen— es un género de trabajo y más trabajo, la poesía está fundamentalmente guiada por la inspiración, y, debido a que cada vez tengo más tiempo de rutina, últimamente no me visita tan a menudo.

Abandoné (a medias) Jerez de la Frontera, la ciudad de mi infancia, para estudiar Física en Sevilla. Aunque ya he terminado la carrera, aún estoy, por así decirlo, de «post-estudiante», ya que he tenido la suerte de que se me otorgue una beca de doctorado de la Junta de Andalucía. Esto no sólo quiere decir que sigo en la universidad, sino que muchas de las amistades y lazos que he formado en esta etapa de mi vida me siguen acompañando. Tengo una cierta inclinación a la ruptura y al desarraigo: he cambiado de «ambiente» tras 1º de Preescolar, tras 2º de EGB, al entrar en el instituto y al pasar a la Universidad, y en todas esas ocasiones he perdido (por uno u otro motivo) casi toda la estructura social que había construido, sacrificada a la nueva. Aunque en el fondo me gustan los cambios, creo que es sano conservar las compañías habituales durante temporadas más largas; veremos si al final cumplo mis buenos propósitos o no.

Por lo demás, y actividades de fin de semana aparte ;), me gustan los ordenadores (soy linuxero convencido), el urbanismo, la música, leer (aunque no lo hago tanto como quisiera), y una miriada de cosas más. Pero creo que este post ya es lo suficientemente largo y aburrido. Ya iré escribiendo de todo ello; creo (y ojalá no me equivoque) que me queda mucho tiempo para ello.

Brillante sobre el mic

El ser humano tiene dos características principales: la primera es ser inquieto por naturaleza y la segunda es su asombrosa tendencia a tropezar (al menos) dos veces en la misma piedra. Yo ya me pegué una vez contra la chinita de los blogs. Tuve uno cuando esto todavía no estaba tan de moda, le hice unos cuantos posts y al final acabó muriendo por inactividad e inanición, supongo que porque tengo una gran tendencia a variar mis objetos de atención. Supongo que todavía me queda bastante entrenamiento para ser padre 😛

Pero la vida siempre da nuevas oportunidades, especialmente si se pueden conseguir en Internet de forma gratuita. Así que hoy, por algún motivo misterioso, me ha dado por abrirme un nuevo blog. No sé que destino correrá, pero supongo que no puede ser mucho peor que el del primero, así que eso al menos ya lo tengo ganado. Si mi (siempre voluble) constancia me lo permite, lo iré dotando de contenido poquito a poco. Seguiremos informando.