En los últimos días he mirado con interés y admiración (salvando las cosas de algunos cafres) el movimiento nacido del 15-M, y que en mi ciudad se está desarrollando de una manera ejemplar, con multitud de concentraciones y acciones de las que la más representativa es la acampada en el Metropol Parasol (las setas de la Encarnación). Creo que, matices aparte, la amplia mayoría de los demócratas podemos estar de acuerdo con las líneas básicas que se reclaman desde ese movimiento, y que es el deber de todos los partidos (especialmente de los mayoritarios) escuchar la voz popular y recoger las reclamaciones que se les hacen.
Dicho esto, uno de los problemas que a mi juicio tiene Democracia Real Ya para poder pasar de la indignación a la actitud constructiva —y que, me consta, están trabajando con entusiasmo para resolver— es la falta de concreción de algunas de sus propuestas. Por ejemplo, se reclama un sistema electoral «auténticamente representativo y proporcional que no discrimine a ninguna fuerza política ni voluntad social», algo con lo que, de nuevo, creo que todos podemos estar de acuerdo… pero no se dan pistas de cuál es ese sistema «auténticamente representativo». Y un motivo importante para ello es que es muy difícil diseñar un sistema que contenga todas las características deseables sin volverse excesivamente complicado.
Por este motivo, y porque me gusta comerme el tarro, llevo ya varios días dándole vueltas al asunto y trabajando en un sistema electoral que cumpla en lo posible los que, según yo interpreto, son los cuatro puntos básicos a mejorar: el principio de «una persona, un voto»; eliminación de las trabas a los partidos minoritarios no nacionalistas; reparto proporcional; y al menos un cierto grado de apertura en las listas.
La propuesta que humildemente aporto al debate está desarrollada minuciosamente (probablemente demasiado ;)) en el documento adjunto, incluyendo ejemplos y todo tipo de detalles sobre el cálculo concreto del número de escaños, pero se puede resumir en estos puntos clave:
- Un partido puede presentar la misma lista en varias circunscripciones. Así, un partido «grande» como PP, PSOE o IU puede seguir, como hasta ahora, presentando una lista distinta por circunscripción; mientras que un partido de nueva creación o más minoritario puede presentar una lista única para toda España, una por comunidad autónoma o alguna otra combinación. Dicho de otra forma: si quieres poner en marcha un partido nuevo y puedes montar una lista completa, puedes presentarte en toda España con esa lista sin tener que, como hasta ahora, presentar una distinta en cada provincia.
- Sistema proporcional. Se abandona la «ley D’Hondt» para adoptar un sistema proporcional de reparto de escaños: a un porcentaje X del voto le corresponde aproximadamente el mismo porcentaje de escaños.
- Los escaños se reparten a cada partido según un distrito único. Para ver cuántos escaños le «tocan» a cada partido se suman los votos obtenidos por el mismo en toda España y se le asigna un número de escaños proporcional. Así, todos los votos que se hagan a un mismo partido, en cualquier lugar del país, cuentan y contribuyen lo mismo al reparto de escaños.
- Una vez se sepa cuántos escaños le corresponden a un partido, se reparten entre todas las listas presentadas por el mismo de forma proporcional, de acuerdo al número de votos que haya acumulado cada lista. Así, los sitios donde más se haya votado al partido tendrán más representantes que aquellos donde se les ha votado menos.
- Sistema de veto: dado que montar listas abiertas teniendo que elegir a 350 representantes es muy farragoso, la alternativa es que puedas tachar los nombres que no te gustan de la lista del partido al que votas. Si alguien es tachado por una proporción alta de votantes (un 20%, por ejemplo), su hipotético escaño pasaría al siguiente candidato de la lista.
Básicamente se trata de hacer el reparto de escaños en dos «rondas». En la primera ronda, se suman los votos que cada partido ha obtenido en toda España, y se le asigna a ese partido un porcentaje de escaños aproximadamente igual al porcentaje de votos que ha obtenido respecto al total. Y, en la segunda ronda, esos escaños que le han «tocado» al partido que sea se reparten entre los candidatos de cada partido, de forma que las listas de ese partido que haya votado más gente aporten más diputados que las que han tenido menos apoyo. Ofrezco dos alternativas a la hora de calcular qué partidos obtienen representación parlamentaria; la alternativa 2 da más facilidades que la 1 a los partidos minoritarios, pero ambas mantienen la proporcionalidad entre votos y escaños, dando a los partidos una representación más acorde al porcentaje de voto obtenido. Contra lo que pudiera parecer, esto no afecta demasiado a los partidos nacionalistas, pero sí da escaños a los partidos minoritarios de ámbito nacional (IU y UPyD, sobre todo) en detrimento de los «dos grandes».
Implementar este sistema no es sencillo, dado que, aparte de la obvia necesidad de reformar la Ley Electoral, también haría falta una reforma de la Constitución para poder llevarlo a cabo completamente. Y tampoco se trata de que sea necesariamente la mejor propuesta posible; tras meditarlo bastante es la mejor que se me ha ocurrido, pero seguramente habrá otras personas que harán aportaciones tanto o más interesantes que la mía. Pero creo que, como solución concreta, puede servir de modelo para la propuesta final que se presente desde Democracia Real Ya, o, al menos, para tratar de orientar el debate hacia un acuerdo que sea —por supuesto— de consenso, pero que también sea lo suficientemente concreto como para poderse traducir a las leyes sin ambigüedades ni malos entendidos. Ojalá que sirva para ello y, en cualquier caso, los comentarios y sugerencias que queráis hacerme serán más que bienvenidos.
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