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Polaroid de locura ordinaria (I)

Como era de esperar (el que avisa no es traidor), han pasado bastantes días desde la última vez que escribí. Tengo por ahí un post a medio moldear que tal vez acabe, pero el hecho es que, por uno u otro motivo, hace diez días que no me pongo. De todas formas —y como nunca es tarde si la *icha es buena— voy a volver hoy al vicio, a ver si recupero la constancia.

Supongo que lo que se estila aquí es escribir sobre uno mismo, así que voy a llevar a cabo una reflexión íntima sobre el estado general del mundo: está (estamos, yo el primero con cierta diferencia) como una cabra. Este fin de semana he tenido la diáfana impresión de que como el futuro del Universo dependa de gente como yo (y como alguno de los que me rodea), nos vamos todos al garete. Lean, lean:

Todo empezó el pasado Viernes. Como hacía algo más de dos semanas que no veía a mis padres, y de todas formas tampoco iba a hacer nada muy útil porque el Jueves me acosté bastante tarde terminando una cosilla, decidí que iba a coger el tren de las dos (todo esto a la una y veinte pasadas y acostado) por aquello de compartir la comida con mis progenitores. Total, que hago la maleta (que pesaba como un muerto la jodía) y me voy zumbando a coger el tren. Lo pillo relativamente por los pelos, me siento y aviso a mi madre por si tenía que poner a hervir los garbanzos. Hasta aquí todo muy normal.

Medio adormilado por el poco sueño, paso mal que bien la hora escasa de viaje que me separa de Jerez de la Frontera. Al llegar a mi city natal, me bajo del tren y abandono la estación para ir a encontrarme con mi padre. Iba yo bajando la cuesta de la estación con paso alegre, me sentía bien, libre, liviano…

…Y tan liviano. Como que, capullo de mí, me había dejado la maleta en el tren.

Dejo un párrafo para que, una vez descojonados a mi costa y gloria, os recompongais y os sequéis las lágrimas que se os hayan podido saltar. ¿Listos? Pues sigamos adelante, que queda más.

Total, que vuelvo a la estación y me dirijo a atención al cliente, donde me atiende un señor muy amable. De la conversación con él extraigo que la organización de la RENFE deja bastante que desear (más sobre este extremo inmediatamente) y que, por suerte o por desgracia, no soy el único (ni el peor) al que le pasan cosas de este estilo. Le cuento mis penas, identifico la maleta (que tampoco era como para perderla precisamente), y se dispone a llamar a los interventores del tren.

Lo de la organización de la RENFE viene ahora:

LA SUITE DE LA MALETA. Breve entremés de teatro. (Jerez de la Frontera, un Viernes cualquiera a las tres y media de la tarde. Es la sección de Atención al Cliente de una estación de RENFE. Hay un mostrador con dos sillas de cara al público. El incorregible DESPISTADO, con rostro de preocupación, está sentado en una de ellas. El amable EMPLEADO de la estación le escucha con atención y no parece concederle al problema la importancia que para el DESPISTADO sin duda tiene. Conforme sube el telón, el DESPISTADO está conversando con el EMPLEADO).

DESPISTADO. – … y es una maleta verde, muy grande. Me la he dejado en la última composición del tren, no estoy del todo seguro si en el vagón de cola o en el del medio…
EMPLEADO. – ¿Tiene dos composiciones el tren?
DESPISTADO. – Sí, tiene dos y yo iba en la segunda.
EMPLEADO. – Bueno, vamos a ver. Voy a mirar el número del tren, por si acaso. (Revuelve unos papeles) El 3010… Un momentito. (Marca un número de teléfono). Voy a llamar para que me den los números de los interventores que van en el tren. (Pasa un cierto tiempo). Vaya, no me lo coge nadie. (Verifica el número y vuelve a marcar. Pasa de nuevo un tiempo). Joder, esto es como para una emergencia. (Dirigiéndose al DESPISTADO) Es que los números de los interventores no los tenemos, y además me tienen que decir quiénes son los que van en el tren. (Con una cierta irritación lo intenta por tercera vez; en esta ocasión sí le cogen el teléfono). Hola, soy el EMPLEADO de Atención al Cliente Jerez, es que tenemos aquí un cliente que se ha dejado en el tren la maleta (con naturalidad). Necesito que me des los teléfonos de los interventores que van en el tren Andalucía Exprés Sevilla-Cádiz de las dos, el 3010. (Tras una breve pausa, apunta dos nombres y dos teléfonos en una hoja)… Vale, muchas gracias. (Dirigiéndose de nuevo al DESPISTADO) A ver si podemos hablar con los compañeros que están en el tren para que localicen la maleta.
DESPISTADO. – A ver si hay suerte. ¿Qué cree que harán con ella?
EMPLEADO. – (Marcando el primer número) Supongo que te la dejarán en Atención al Cliente. Vaya, me dice que el móvil está apagado. (Lo intenta de nuevo sin éxito) Qué va, no hay manera. A ver si puedo hablar con el otro, lo que pasa es que él estará en la primera composición y no puede pasar de una a otra. (Marca otro número) Hola, soy Atención al Cliente Jerez, tengo aquí un cliente que se ha dejado una maleta en el Andalucía Exprés Sevilla-Cádiz. (Pausa y cara de extrañeza) ¿Ah, sí? Disculpa, es que he llamado a la centralita y me han dado este número. Perdona, hombre. (Cuelga).
DESPISTADO
. – ¿Y?
EMPLEADO. – Pues que la niña de la centralita me ha dado el teléfono de uno que va en el TRD de Málaga. (Comprueba de nuevo el número del tren) Vamos, yo estoy casi seguro de que le he dicho bien el número del tren, pero voy a mirarlo otra vez…
DESPISTADO. – (Comprobando su billete) Yo tengo aquí anotado el 3010.
EMPLEADO. – Sí, si es ese. (Vuelve a marcar) Hola, soy Atención al Cliente Jerez, antes te pedí el número de los interventores del tren 3010, Andalucía Exprés Sevilla-Cádiz, y de los que me has dado uno no está encendido y el otro va para Málaga. Sí, el 3010. (Apunta otros dos nombres y números). Vale, gracias. No pasa nada. (Cuelga y se dirige al DESPISTADO) Es que se había equivocado la primera vez. (Marca y pone rostro de incredulidad) No me lo puedo creer…
DESPISTADO. – ¿Qué pasa?
EMPLEADO. – Pues que el interventor de la segunda composición tiene el móvil apagado. Esto es la leche. (Vuelve a marcar por enésima vez, visiblemente molesto) A ver si con INTERVENTOR 4, que es colega mío… ¿Sí? Hola, soy Atención al Cliente Jerez, ¿vas en el 3010? Vale, es que tengo aquí un cliente que se ha dejado la maleta…

No miento si digo que todo este kafkiano proceso duró como media hora o más. Vamos, que menos mal que el tren iba para Cádiz y no para Irún, que si no igual me dejan la maleta en Castilla la Vieja. Al final hablamos ambos con el interventor «bis», que quedó en ponerse en contacto con su compañero del vagón de atrás y avisar; lógicamente, esto no pasó hasta que el tren había llegado a Cádiz y todo el mundo (menos un servidor) se había ido ya a comer a casa.

La cosa quedó en que me dejaron la maleta en Cádiz una vez llegó el tren, y allá que me fui a recogerla a las taurinas cinco de la tarde. Y en el fondo tuve suerte, primero porque la recuperé sana y salva (todo lo sana que puede ser una maleta llena con 20 kilos de ropa sucia, claro). Y segundo porque por un pelo me dio tiempo de coger el Cercanías que salía de Cádiz a las 18.05 habiendo llegado a las 18.03, a pesar de que el pobre hombre de Atención al Cliente pasó un mal rato para traerme la maleta de dónde la tenía guardada del peso que tenía (la maleta, no el hombre; de hecho, conforme bufaba arrastrándola hacia mí, él me decía «¿Pero cómo te la has podido olvidar?»). Total, los tres cuartos de hora que estuve en Atención al Cliente Jerez con el EMPLEADO, así como las dos horas de la ida y vuelta en Cercanías a la tasita de plata (que invertí fundamentalmente en mirar al mar con ojos soñadores y hacer sudokus), las apunto como un precio relativamente barato a pagar por esta lección 😛

Debo decir que (como es evidente :P) mis capacidades de raciocinio estaban bastante tocadas en el viaje; de hecho, antes de salir del recinto de la estación se me pasó por la cabeza lo de la maleta, pero pensé «qué va, si no la traía» (ciertamente las últimas veces que he ido para Jerez no la llevaba). Tampoco se me ocurrió (hasta que no fue demasiado tarde) avisar a un colega que se bajaba en Puerto Real e iba en el mismo vagón que yo para que me dejase la maleta allí en la estación (que me hubiera ahorrado un buen tramo de tren y algunas carreras). De verdad que era todo por el sueño, no es que hubiera tomado nada raro… aunque ya que tengo los síntomas de todas formas igual debería planteármelo 😀

Pero vamos, que mi obnubilación mental transitoria tampoco es excusa; repasando someramente, a lo largo de mi vida he perdido por despistes —entre otras cosas— una zapatilla de deporte (una sí y otra no), una camiseta, paraguas varios, la cartera, el móvil, las llaves… Afortunadamente casi todas las recuperé en su momento, pero desde luego que soy un despistado patológico (en mi descargo diré que de cuatro o cinco años para acá me pasa con muchísima menos frecuencia). En fin, el único consuelo que me queda es que una cosa tan espectacular como esta no suele pasarme dos veces, así que supongo que mi equipaje está seguro de cara al probable viaje a USA de este verano… aunque mejor me callo… 🙂

Como me está quedando un post tela de largo, casi que mejor lo posteo ya. En breve (hoy, mañana, quién sabe) los siguientes capítulos del fin de semana…