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Amapolas Torcidas

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La Rueda Mágica

Definitivamente, tengo demasiado tiempo libre 😛 (o no hago lo que debiera con mi tiempo, que es más ajustado a la realidad, aunque me estoy medio mudando de sitio y eso me tiene loco). Comentario mío a un post de Ansita en el que decía que le apetecía que le contasen un cuento de hadas:


Érase que se era una muchacha que vivía en la hermosa ciudad de Seritium. Alegre y amable, vivía honradamente de su esfuerzo y tenía una gran cantidad de amigos, así como toda una legión de aduladores que la requebraban cuando iba, como cada tarde a las cuatro o las cinco, a la plaza del pueblo. Durante años, muchos habían intentado conseguir el favor de la bellísima muchacha; pero ella se había prometido que nunca se enamoraría, y uno a uno los fue rechazando.

A la muchacha le gustaba ir al bosque que había cerca de su casa y sentarse a observar el riachuelo que por allí pasaba. A veces cantaba en voz alta:

– ¿Dónde estás, auténtico amor?

Y sólo le contestaba el rumor del agua.

Un soleado día, la muchacha andaba, como siempre, por el bosque. Se sentó a la orilla del río, con los pies en la fresca corriente, y volvió a cantar:

– ¿Dónde estás, auténtico amor?

Pero hete aquí que una voz, más dulce que ninguna otra que hubiera escuchado jamás, le contestó desde el lecho del río:

– Pronto descubrirás a tu auténtico amor.

Ante los asombrados ojos de la muchacha, una grácil ninfa se elevó por entre la corriente. «No temas», le dijo. «Vengo a contarte una historia que hace tiempo que deberías conocer».

– ¿De qué historia me hablas, ninfa del agua?
– ¿No eres tú la dulce y hermosa muchacha de Seritium? ¿La que juró no enamorarse nunca? Entonces, escucha atentamente. Hay promesas que una persona jamás puede hacer, porque sabe que las acabará rompiendo; y el amor es lo suficientemente astuto como para arrastrarnos a todos hasta su locura. Aunque hasta ahora hayas tenido éxito, debes saber que antes de que pase la próxima luna llena romperás tu promesa y te enamorarás para siempre.
– No te creo, ninfa del agua. Ya me he resistido otras veces, y podré hacerlo ésta.
– ¡Inocente niña! Eres imprudente si piensas que no te queda nada por sentir. Recuerda, sólo te queda una luna hasta que rompas tu promesa, y entonces tendrás que darme la razón.

Y desapareció entre las aguas.

Aquella noche, la muchacha se asomó a su ventana y observó la luna, que estaba ya en cuarto creciente. «Tonterías», pensó. «¿Acaso cree esa ninfa que voy a enamorarme en una semana, cuando no lo he hecho en veinte años?»

Pero, sin que la muchacha lo supiera, su belleza había llegado a oídos de un caballero de un reino vecino. Disfrazado de campesino, la había espiado en sus viajes a la plaza del pueblo, encontrando que su hermosura y alegría eran aún mayores de lo que las mejores noticias contaban; y, escondido entre los arbustos, la había vigilado en cada movimiento en el bosque. Así pudo escuchar la conversación con la ninfa del agua, y se convenció de que había llegado su momento.

A la mañana siguiente, la muchacha iba muy temprano a por agua de la fuente, cuando apareció ante ella el bello caballero, con una refulgente armadura y montado en un corcel alazán, cuyo pelaje anaranjado se incendiaba con el sol.

Sin mediar palabra, el caballero la montó en su caballo y partió raudo a su castillo, donde alojó a la muchacha raptada en una de las torres. Allí, un ama de llaves le dijo que no le faltaría de nada en esa habitación y que el caballero había prometido no entrar en ella, salvo que ella bajara a buscarle.

Aquella noche, mientras la muchacha lloraba pensando en su familia, escuchó una voz. Era el caballero —con su armadura y su caballo—, que había decidido rondarla:

– Venid conmigo, muchacha,
veréis que en verdad os quiero.

Furiosa, ella le respondió:

– ¿Y por eso me raptais?
No bajaré, caballero.

Al día siguiente, el caballero volvió a intentarlo, y de nuevo se encontró con la misma respuesta. Y al otro, y al otro, y al otro. La muchacha continuaba inflexible, por más que el caballero empleara las mejores canciones o le prometiese los más lujosos regalos.

Sin embargo, aún cuando mantenía su apariencia dolida, dentro de la muchacha fue naciendo la curiosidad. Ciertamente, quien por ella estaba dispuesto a raptarla, pero a respetar sus deseos, no podía ser una persona corriente. Además, le intrigaba ver el rostro que se escondía bajo aquella armadura protectora.

Y fue así como, cuando habían pasado siete noches y la luna llena estaba en el cielo, y el caballero le cantaba:

– Venid conmigo, muchacha.
Ya no sé qué más yo puedo
hacer que quede en mi mano
para poder convenceros.
Aunque no hay flores capaces
de ocultar el brillo vuestro,
todas las de mis jardines,
todas, yo os las ofrezco.
Todas las joyas que haya
debajo del calor fiero
de los sultanes de Persia,
de los árabes desiertos;
todas las telas de seda,
todos los perfumes bellos,
abalorios y pulseras
de los más nobles joyeros,
da igual cual sea el capricho…
cualquiera, yo os lo ofrezco.
Yo ya no os pido la mano,
ni siquiera pido un beso;
sólo quiero que bajéis
para ver el rostro vuestro
más cerca de lo que está
en esa torre sin cielo.
Sólo quiero hablar con vos
de lo antiguo y de lo nuevo;
quiero miraros al rostro
mientras contamos secretos,
y si la palabra única
que sale de vuestro cuerpo
es un «no», será bastante
si me permitís al menos
estar en vuestra presencia
cuando rechaceis mi encuentro.

La muchacha se sintió flaquear:

– Tal vez me hayáis convencido.
Nos veremos, caballero.

Mientras el caballero entraba en el castillo, la muchacha bajó por las escaleras de su habitación. Llegó a un amplio y cálido comedor, iluminado con velas. Una acogedora chimenea crepitaba frente a la mesa, en la que había dos copas y una botella del mejor vino de toda Francia. Mientras observaba asombrada el castillo, el caballero, aún con su armadura, entró en la habitación. Se acercó suavemente a ella, se quitó el casco y reveló su rostro…

….El final del cuento lo escribís vosotros 😛

No es ninguna maravilla, pero bueno, ya que estaba… 😀

Es sólo una cuestión de actitud

Un correo de mi amiga madrileña Tere, muy adecuado para estos tiempos:

COSAS QUE DEBES SABER ANTES DE ENTRAR A LA UNIVERSIDAD:

1. No importa lo tarde que sea tu primera clase, te vas a dormir igual.
2. Vas a cambiar completamente y no te darás cuenta
3. Puedes amar a varias personas de manera diferente.
4. Los alumnos de la universidad también tiran avioncitos de papel durante la clase.
5. Si vas a clases con zapatos, te preguntarán por qué andas tan elegante.
6. Cada reloj del edificio muestra una hora diferente.
7. Si eras inteligente en el colegio, mal presagio.
8. No importa todo lo que prometiste al salir del colegio, irás a las fiestas de la Universidad, aunque sean la noche anterior al examen final.
9. Te puedes saber toda la materia y te irá mal en el examen.
10. Puedes no saber nada de la materia y sacar un 7 en la prueba.
11. Tu casa es un lugar perfecto para ir de visita.
12. La mayor parte de la educación es adquirida fuera de las aulas de clase.
13. Si nunca bebiste, vas a beber.
14. Si nunca fumaste, vas a fumar.
15. Si nunca follaste, vas a follar.
16. Si no haces nada de esto durante la universidad, nunca más en la vida lo harás, a menos que entres de nuevo a la universidad.
17. Te vas a transformar en una de esas personas que tus padres te aconsejaron alejarte de ellas.
18. Psicología es en verdad biología
19. Biología es en verdad química
20. Química es en verdad física
21. Física es en verdad matemática; o sea, aunque estudies años, igual no vas a saber nada de nada.
22. Sentir depresión, soledad o tristeza no son exquisiteces de quien no tiene nada que hacer.
23. Siempre prometerás que el próximo semestre estudiarás más y saldrás de fiesta menos pero siempre ocurrirá lo contrario.
24. Las únicas cosas que valen la pena en la universidad son los amigos que conocerás allí.
25. No verás la hora de terminar la Universidad.
26. Cuando termine te vas a dar cuenta de que fue la mejor época de tu vida.

CUANDO TERMINA LA UNIVERSIDAD, LAS SEÑALES DE QUE YA NO ESTÁS EN ELLA SE NOTAN CUANDO:

1.Tener sexo en el asiento de un coche es un absurdo.
2. Hay más comida que cerveza en tu refrigerador.
3. Las seis de la mañana es la hora en que despiertas y no en la que te vas a acostar.
4. Tu música preferida la escuchas cuando vas en el ascensor.
5. Andas con paraguas y te preocupas de la predicción del tiempo.
6. Tus vacaciones disminuyen de 130 a 15 días por año.
7. Los vaqueros y camisetas ya no son consideradas vestimenta.
8. Eres tú el que llama a la policía porque los capullos de los vecinos no bajan la música.
9. Ya no sabes a qué hora cierran los autoservicios.
10. Dormir en el sillón te da un puto dolor de espalda increíble.
11. Ya no duermes siesta entre las 12 y las 6 de la tarde durante la semana.
12. Vas a la farmacia a comprar analgésicos y antiácidos y no condones o test de embarazo.
13. Te tomas el desayuno a la hora del desayuno.
14. Más del 90% del tiempo que pasas frente al ordenador, de verdad estás trabajando.
15. Ya no bebes solo en casa antes de salir para economizar antes de la buena borrachera.
16. Y lo más importante… Ya no tienes tiempo ni siquiera de leer este mensaje y aprovechar a pasarlo a tus amigos para que ellos se acuerden que también están viejos y los buenos tiempos de la universidad ya se fueron o se están yendo.

Polaroid de locura ordinaria (III)

Teóricamente este post debería llamarse Taquicardia (II) y ser una continuación del penúltimo, que acabó de forma un poco abrupta debido a la particular visión artística del CCD de mi cámara. Tampoco es que haya mucho más interesante que contar, salvando el hecho de que en el fin de semana (y de forma totalmente precipitada, hasta el punto de que lo decidí a eso de las siete de la tarde del Viernes y a las doce de la noche estaba montado en el bus) me fui a Madrid a ver a mi amiga Cris. Ansita ya escribió sobre ello en su blog, con alguna foto y todo (como fotógrafo que fui, yo no salgo :P). Una visita relámpago llena de acontecimientos interesantes; la verdad es que nos lo pasamos muy bien. Por lo demás, entre el SICA y las charlas se me ha pasado la semana.

Pero el pasado Jueves (día de mi cumple 🙂) tuve una ocurrencia digna de entrar en el mismo saco que las otras dos de Polaroid de locura ordinaria, así que no me voy a resistir a contarla. Resulta que estoy en el despacho (en compañía de Ansita y de dos personas del Herbario de la Universidad que también trabajan allí) y de repente se asoma a la puerta una mujer de mediana edad, con elegantes gafas de pasta redonda, lejanamente parecida a Chavela Vargas sin guitarra. Total, que se produce el siguiente intercambio de pareceres (DRAMATIZACIÓN):

(Despacho del CITIUS. Se oye a alguien llamando infructuosamente a la adyacente puerta del director, que no está, y que se dirige al despacho. La Aspirante a Chavela Vargas se asoma por la puerta).
Aspirante a Chavela Vargas – ¿Tú trabajas aquí? (Nótese que no pregunta quién soy, a qué me dedico, etc… sólo si trabajo aquí)
Andvaranaut, el Pringao de Turno (pensando que buscaría a alguien)– Sí, trabajo aquí.
ACV – Mira, esto del SICA es una vergüenza, la aplicación no funciona para nada, y a los investigadores no se les puede pedir que lo utilicen…
APT – Bueno, sí, es verdad, pero es que yo no tengo nada que ver con eso…
ACV – …y es que la aplicación se queda colgada, se queda colgada, ahora es que ya directamente ni entraba, y es que yo soy profesora en Bellas Artes, ¿sabes?, y allí está la gente desesperada…
APT – Bueno, sí, es verdad, pero es que yo no tengo nada que ver con eso…
ACV – …y estamos ya pensando casi que declararnos en huelga, ¿eh?, en huelga, porque yo también tengo que dar clases y no estamos para perder el tiempo en el SICA que no funciona, ¿qué hacemos?…
APT – Bueno, sí, es verdad, pero es que yo no tengo nada que ver con eso…
ACV – …porque es que lo que nos queda es dejar de investigar, ¿eh?, que esto no se puede exigir, y yo tengo tres hernias y no estoy para estar hasta las dos de la mañana delante del ordenador, esto es una vergüenza…
APT – Bueno, sí, es verdad, pero es que yo no tengo nada que ver con eso…
ACV – ¿Ah no?, yo es que estaba en el pabellón de Brasil, y como esto es la parte de investigación, pues me he venido para acá para quejarme, porque estoy por montar una gorda, ¿eh?, una gorda…
APT(¡¡Por fin!!, piensa) No, esto es un centro de investigación, pero con lo del SICA no tenemos nada que ver, eso es cosa de la Junta y de la Universidad de Granada que son los autores de la aplicación.
ACV – ¿Y con quién tengo yo que hablar para eso?, porque voy a ir a quejarme, vamos, porque esto es inadmisible…
APT – La contacto del SICA aquí en Sevilla es Mariló, que está en el pabellón de Brasil.
ACV – Sí, ya he estado con ella, está con las ojeras hasta aquí… (es obvio que ella le cayó mejor que yo, visto lo visto)

Total, que le di el teléfono del responsable global del SICA (que sospecho que estará de vacaciones) y se fue después de haberse despachado a gusto, supongo que a prenderle fuego a alguna Consejería de la Junta. Vaya por delante que la amiga de Bellas Artes tenía toda la razón en lo que decía, pero bueno, sí, es verdad, pero yo es que no tengo nada que ver con eso… supongo que querría desahogarse o algo, y que yo tengo tendencia a atraer a la gente friki. Visto lo visto, menos mal que se cruzó conmigo y no con un guardia civil, porque si no igual duerme en el cuartelillo… Y tampoco escogió el mejor día para hacerlo, desde luego…

Eso sí, aunque luego me cayó la opereta a mí, me alegro de que no se ensañara con Mariló, que está ella sola para toda Sevilla (con la universidad más grande de Andalucía y una infinidad de centros del CSIC… una muestra más de la coherencia de la Junta) y ya tiene bastante con la que le viene de aquí al día 15.

Este finde, plan tranquilo: me he ido a Jerez. El Viernes salí con mis compis de Jerez y con Caro, que venía de Granada a echar el fin de semana con Rosa. Lo demás, jugar al Pro y ver fútbol; poco emocionante, pero me ha valido para desconectar un poco. A ver cómo se presenta esta semana que entra…

Salir al sol

Como esto de acabar de tan mal rollo no me ha gustado nada (y sigo teniendo la mala costumbre de resistirme al sueño), os voy a poner un poema. No es que sea nuevo precisamente (tiene ya casi dos años y medio), ni particularmente bueno. Pero —no sé por qué— últimamente me ha dado por acordarme de él. Supongo que el poema está diseñado para evocar un cierto sentimiento de protección, cosa que siempre resulta confortable y que quizá echo de menos últimamente. Puede también que haya llegado su momento de salir al sol, porque en este tiempo nadie más que yo ha visto el poema, ni siquiera ella (que, por cierto, a día de hoy y afortunadamente para mí :), es una buena amiga mía), la del poema que empieza «Últimamente».

Cuando era (mucho) más joven, escribía casi a borbotones; los poemas me salían prácticamente solos, pero la mayoría de ellos eran —según juzgo ahora, desde la distancia— demasiado huecos. Con el tiempo fui escribiendo cada vez menos, pero la densidad de los poemas fue aumentando. Ahora (o cuando no hace mucho escribía) cada poema tiene su historia, en algunos casos bastante rica. Este no es menos, aunque dentro de lo que cabe no es nada muy místico: es una especie de foto de una tarde de agosto en la que estaba en mi cuarto en Jerez. Pero lleva también un significado algo más profundo: supongo que a todos nos pasa que las cosas que nos rodean, con las que estamos acostumbrados a convivir, nos dan seguridad porque nos recuerdan que estamos en casa, en un lugar que nos espera y nos acoge. En ellas hay una doble vertiente; además de servir como excusa para la melancolía, para el recuerdo de un pasado que siempre se recuerda mejor de lo que fue, también son un punto de apoyo para la actividad, para el avance, para continuar con este camino de la vida.

MÚSICA DE LOS EAGLES

Aquí en mi dormitorio
hay en este momento
un cónclave de guiños al destino,
un almacén del brillo
que a veces dan las gotas de agua sucia.
Delante, en la ventana,
a través de la tela mosquitera
y los bloques de pisos,
hay un atardecer de este cielo de agosto,
un réquiem natural, tal vez oculto,
pero que puedo adivinar completo
sin apenas esfuerzo.
En mi mesa hay un mapa
y un horario de tren de cercanías,
que susurran un nombre
con una voz amable y tentadora;
la lista de la compra,
una funda de gafas con demasiado polvo,
un papel donde habitan
ejércitos de números sin rumbo
y un poema para ella que empieza «Últimamente…».
Y en la radio guitarras y armónicas tranquilas,
música de los Eagles
que apacigua las dudas que me asaltan.
También algunos libros aburridos,
un móvil que no suena cuando debe,
los cuadros de mi hermano…
Todo esto me rodea y me define:
soy aquel que ha nacido para imbricarlo todo,
para que en esta tarde veraniega
haya un sentido en todas estas cosas,
en el papel en blanco
que poco a poco llenan las notas del pianista.
Tal vez yo no conozca
el título de la canción que suena;
tal vez las cinco zonas
de tarificación que nos separan
sean un muro insalvable;
tal vez no lea los libros,
no haya podido ver al sol ponerse,
quizá nadie recuerde mi número y mi nombre,
o el poema que termina «para siempre»
ella lo lea una vez
y lo arroje en el pozo de este olvido.
Pero eso ahora no importa. / Yo estoy lejos,
protegido por esta colección de postales,
por estas notas tristes,
este humo azul que viene del pasado
y me recuerda el sitio
donde cada mañana abro mis ojos,
estos tragos amargos y dulces de memoria
que no son más que tierra del camino,
huellas de azar que veo cuando descanso
antes de continuar hacia adelante,
hacia toda la vida
que aún me queda.

Jerez, 18/8/03)

Taquicardia

Escribo poco y tarde, tan poco
que he recorrido Vietnam de Sur
a Norte durante 18 dias sin que
tengais noticias mias.

J

Aunque yo no he recorrido Vietnam alguno, y todavía quedan algunos días para llegar a los 18 desde el último post (tampoco demasiados), lo cierto es que últimamente han pasado bastantes cosas en mi vida. No se trata de que ninguna sea demasiado espectacular, pero lo cierto es que últimamente vivo un poco prisionero de mi agenda. Tengo la sensación de que voy saltando sin solución de continuidad de un compartimento a otro, de esos de los que escribía en Hay algo en el mundo, y que entre uno y otro apenas me queda tiempo para relajarme un poco y —por ejemplo— poner posts en el blog, que tengo muy abandonado. Cosa que ya predije que pasaría, claro 😛

En el capítulo anterior, nuestro héroe pasaba un día con Puriruri & friends (por cierto, con algo de retraso porque no he posteado hasta ahora, pero que quede dicho: ¡¡felicidades Puri!!), gente de PM en general. El día siguiente lo invertí en ir a comer y jugar a los bolos, ocupación esta en la que soy paupérrimo, pero en la que sin embargo le pongo un estilo notable (como se puede ver en las fotos de Puri). Las casi dos semanas que han seguido, sin embargo, han tenido bastante menos de diversión (aunque algo ha habido) y más de agobio.

Tampoco voy a ponerme a contar ahora todo con todo lujo de detalles porque no es plan de aburrir a las ovejas, pero mi maravilloso grupo de investigación está inmerso en la petición de ayudas para la Junta de Andalucía, para lo cual hay que rellenar una serie de parámetros (artículos publicados y esas cosas) en una aplicación que bien podría llamarse Er Laberinto der Doló o The Kafka Reloaded, pero que han dado en bautizar como SICA. Muestra de la estabilidad de la aplicación es que, mientras ayer a las cuatro de la mañana subía los últimos artículos, como en un tercio de las veces tuve que repetir la entrada por error interno del servidor (!). No quiero ni pensar en lo que pasará cuando se aproxime el día 15 y hordas de becarios se dediquen a meter todos a la vez la aplicación en horario de oficina. Pero vamos, que después de escuchar las historias de cómo se hacen las aplicaciones de la Junta casi que no me sorprende en absoluto. Afortunadamente, en el maratón de ayer ya dejé casi todo subido y listo, aunque seguro que de aquí al 15 cae algún otro marrón, especialmente porque parece que soy la única persona en el Sur de Sevilla capaz de ensamblar un PDF a partir de JPGs.

La segunda ocupación que me ha tenido de cabeza ha sido un curso de extensión universitaria. Resulta que todos los años se hace un curso en el Servicio de Microscopía para que pobres personajes varios se enteren un poco de las técnicas disponibles con las que mirar materiales. Un poco como CSI, pero en ladrillos en vez de cadáveres. (Aunque si alguna vez os pasáis por el Servicio de Microscopía, hay por ahí colgado un póster de Frontela que es CSI total, con fiambre y todo). Bueno, pues mira que el año pasado traté de hacerlo lo peor posible, pero mis compañeros del SM no aprenden y me han invitado (más bien empujado :P) a dar una charla sobre el microscopio que utilizo. Así que he estado liado bastante tiempo, entre que he preparado las transparencias y he dado las charlas.

Ya os contaré más cosas, pero resulta que el día, que había empezado muy bien, se me acaba de torcer cuando apenas llevaba dos horas: resulta que una cámara que me compré la semana pasada, y que apenas he tenido tiempo de estrenar (de hecho únicamente le he hecho fotos a cosas del piso), se me ha fastidiado misteriosamente. Encima, como, gilipollas de mí, la he comprado a una tienda francesa, ahora tengo que mandarla a Francia. Teóricamente, como es un defecto de fábrica, estoy dentro de los primeros 15 días, etc. me reembolsarán los gastos de envío, pero ahora cualquiera sabe. En fin, cosas que pasan. Salvo que mañana se haya arreglado misteriosamente (cosa que dudo), tendré que devolverla. Como os imaginaréis mi ánimo acaba de caer en picado :(((( Seguiremos informando…

Buena Estrella

Acabo de llegar de pasar una noche con drevilpontxo, DarthIA, Puriruri y los amigos de Puri, y, por resumir, ha estado genial. Nuestros anfitriones (Bego y DaniG) se han asegurado de que no faltase nada, hemos hecho llover con el karaoke (mira que estaba bueno el día), jugado al buzz, a juegos más adultos :P… y nos hemos reído hasta desternillarnos 🙂

Mañana me espera una comida con similares acompañantes, así que me voy a ir acostando ya. Pero no podía dejar pasar la oportunidad de ganar en ser el primero en blogear sobre la noche :), y de paso mandarle un abrazo fuerte a todos los que estaban allí. Sois geniales!! 🙂

Del ’63

Buceando por la red encontré esta página (via BoingBoing) en la que se nos acercan unas imágenes bastante chocantes de la vida. Usando un ingenioso truco fotográfico (y un helicóptero, que nunca viene mal), el foco de las fotografías queda alterado. El resultado es que, en lugar de fotos normales, parece que lo que se está fotografiando se ha convertido en una miniatura. Así dicho parece poco espectacular, pero os recomiendo que veais las imágenes; tienen un equilibrio extraordinario entre la sensibilidad del artista y la sobrecogedora sensación de encontrarse frente a una maqueta extraordinariamente realista.

El caso es que me he puesto a hacer mis pinitos con algo lejanamente similar, y este es el resultado:

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Utilicé una panorámica del río, con la Torre Schindler como referente más visible, y modifiqué la imagen para que la torre, su pasarela y una estrecha banda de río que incluía su sombra fueran lo único que quedase enfocado. Después me puse a jugar con los ajustes de colores y, como estaba quedando bastante psicodélico, decidí hacer un montaje en plan Andy Warhol. Y ese es el resultado de lo que os pongo; en el centro está la imagen procesada, mientras que las versiones laterales únicamente se diferencian de ella en el mapa de color (y en que son más pequeñas, claro :D). Para apreciar bien la cosa, es preferible ver la imagen completa a buen aumento y fijarse en la parte central.

El efecto es muy sutil; uno sabe que hay algo que no cuadra mucho en la foto pero se tiene que fijar bastante hasta darse cuenta. Sobre todo, los límites superiores de la torre quedan, um… delicados 😛 Mi hermano dice que la imagen le transmite intranquilidad… no sé de qué modo tomármelo, la verdad 😀

En fin, la cosa de tener tiempo libre es que uno lo pierde en cosas de este tipo. Espero que os guste 🙂

Hay algo en el mundo

No sé vosotros, pero yo últimamente tengo la impresión de que cada vez imaginamos menos. Uno se deja llevar por la rutina, por ese misterioso y moderno impulso de dividir los días en compartimentos estancos entre los que saltamos a gran velocidad. Es un poco como el hamster que le da vueltas a la rueda, calcando siempre las costumbres, de tal hora a tal hora en el trabajo, quince minutos para un café, vuelta al trabajo, comer, mirar tal página en internet, quedar con alguien para cenar y tenerse que ir pronto porque al día siguiente vuelve a sonar el despertador. Y la cuestión no es que esta forma de vivir sea mala o dañina; uno puede ser perfectamente feliz con una rutina, si hace cosas que le gustan y la aliña de vez en cuando con alguna sorpresa. A lo que me refiero es a que, en esa sistematización a la que la vida adulta nos acaba empujando, suele haber una víctima: la imaginación.

Cuando era un niño, y aunque el día también estaba cuadriculado como ahora, tenía la impresión de que las fronteras entre las actividades eran más fluidas. Uno pasaba sin solución de continuidad del juego a la escuela, a la casa, al sueño. Estaba en el colegio y de repente me encontraba sentado delante de la mesa de la cocina para almorzar, pestañeaba y tenía delante un juguete, pero apenas lo había aferrado estaba en otra cosa, leyendo un libro o mirando la tele. No tenía necesidad de relojes o de horarios; casi todo lo que me apetecía hacer encajaba en el día de forma natural. Y pensaba, pensaba mucho. Planeaba lo que haría cuando fuese mayor, cómo sería mi casa, en qué lugar viviría, a qué me gustaría dedicarme. Me deleitaba pensando en mi futuro, decidía todos los detalles: si tendría un perro o un acuario, un cuarto lleno de globos, una barra de esas que usan los bomberos para tirarse o una mesa llena de cachivaches electrónicos. Quería tener una casa bonita, en un barrio lleno de jardines y de vecinos amables; y ser astronauta, estudiar las estrellas, ser médico, algo así, alguna profesión que me sonara lejanamente y que tuviera que ver con lo que para un niño parece mágico.

El caso es que, desde la inocencia y la confusión que teníamos cuando apenas levantábamos dos palmos del suelo, tenía una idea de lo que buscaba. Tenía mi plan. Un plan que, en realidad, cambiaba cada día según me levantase o conociese alguna cosa nueva, y que tampoco llegó nunca a acercarse lejanamente a la precisión de un avance militar o de un tratado de geometría. Pero daba igual, a mí me servía, me animaba a continuar adelante, porque tenía la impresión de que cada paso me acercaba a él. Conforme fui creciendo, esta imagen borrosa y fantástica fue tomando rasgos más definidos y realistas. Decidí primero que prefería las ciencias, y después el astronauta fue reemplazado por un físico, y la casa grande por un piso de alquiler en Sevilla. Por supuesto que esto no era tan emocionante como tener un cuarto con globos para uno solo, pero a esas alturas la vida había dejado de ser un juego y yo ya tenía una noción de lo que era posible y lo que no. Mi visión perfecta no cambiaba tan a menudo, y la responsabilidad comenzaba a envenenarla; pero, como tenía definidos los pasos que tenía que dar inmediatamente (escuela, instituto, carrera), me seguía sirviendo para hacerme fuerte.

¿Dónde está ahora todo eso? Ahora se me han acabado los pasos sencillos, pero no he llegado al final del camino. El sitio en el que estoy no se parece en nada al futuro ideal que imaginé. Por supuesto que aún conservo la esperanza de llegar, y tengo la impresión de que estoy en un camino razonablemente correcto; no se trata de que esté deprimido, ni en una crisis de identidad ni nada de eso (de momento ;)). Pero ahora que estoy más cerca he dejado de tener tan claro lo que quiero, y a veces no sé si conservo la fe en alcanzarlo. Supongo que con esto del destino somos hipermétropes; nos fijamos en algo y nos acercamos, pero antes de llegar a tocarlo ya lo estamos viendo borroso y tenemos que mirar a otra cosa.

Hace poco escribía en un comentario a un post de Puri que es inevitable estar continuamente buscando el sitio de cada uno. A lo mejor lo que nos pasa es que dedicamos tanto tiempo a buscar nuestro sitio que nos olvidamos de decidir cuál es. Cuando uno se hace adulto, evita ese juego infantil de imaginar el futuro, quizá porque se nos machaca con que imaginar las cosas no nos acercará más a ellas. La vida nos reclama cada vez más energía, y los ratos que tenemos libres los pasamos hablando por el móvil o haciendo crucigramas (o escribiendo blogs :)), quizá para evitar pensar en lo que nos espera. Hoy animo a todos a hacer un experimento. Cerrad los ojos y pensar en cómo os gustaría estar dentro de un tiempo. El tiempo da igual, un mes, tres meses, diez años. No hace falta que sea concreto. Pensad en dónde os gustaría estar, en cómo queréis tener decorada la casa, en una mesilla con fotos de gente que sonríe. Pensad en un viaje que siempre hayáis querido hacer, en alguien con quien siempre hayais querido compartir un café, en una constelación o una puesta de sol, en un camping con los amigos o en mirar París iluminada desde lo más alto. Y, sobre todo, no os preocupéis por cuándo va a suceder, por de dónde vais a sacar el tiempo o por si vais a poder pagarlo. Eso es parte del camino, no del final. Saboread la experiencia, ved el cielo azul, sentid el roce de una piel o el suave vaivén del tren que entra en una estación de Praga, el arnés del paracaídas, el beso de las olas del mar o el aroma de un jardín rebosante de flores. Ese es vuestro destino, el que os habéis ganado a base de hincar los codos y de pasar días grises. Y tened por seguro que os espera. Ahora, abrid los ojos, reflexionad un momento y dad el primer paso hacia él.