Grados de libertad
Salir. Cerrar los ojos
y abrirlos bajo un cielo constelado,
muy lejos del chirriar de las ciudades.
Notar bajo los dedos
el palpitante ritmo de la savia,
el calmo y milimétrico entusiasmo
que transmite la hierba cuando crece.
Respirar liberados
con la única presencia de la luna
y sin más objetivo que seguir adelante,
que estudiar hacia dónde
miran los girasoles en la noche
e imitar el mensaje de rebeldía que portan.
Y ser como la tierra,
esa que nunca olvida la sequía,
los surcos en su rostro cuarteado
ni tampoco el granizo y la tormenta,
pero que no se agarra a sus heridas
más que como promesa
de renacer le pese a quién le pese.
Cuanto más destructivo es el invierno
menos se guarda para sí la vida:
más fértil vuelve con la primavera,
más cuajada de frutos
acabará llegando hasta el verano,
y mejor nos demuestra que prospera
únicamente lo que no se esconde,
que no hay mejor remedio
que aprender de las piedras del camino
y retoñar dos veces / por cada rama rota.
Colgado: noviembre 30th, 2009 en Cincel del verbo.
Tags: campo, poema, poesía, renacer
aprender de las piedras del camino…
Joio, qué bueno eres.
Un hueso roto por cada rama partida XD
Es precioso, no tengo palabras. 🙂
Tantas «variables» de las que disfrutar 😉