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Amapolas Torcidas

Otros amigos

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Introducción a la conferencia «Petroglifos de Nicaragua y el hombre aleutiano», del Prof. Humberto Cifuentes [5×100]

Esta historia es parte de 5x100. (+ info)

Déjenme empezar confesándoles que para mí, cuando era joven, asistir a conferencias solía ser un suplicio. Al menos así era en mi departamento, en donde la mayor parte de mis compañeros consideraban apasionante escuchar durante hora y media la vida y milagros del ugarítico tardío y su relación con el protosemítico, mientras que yo tenía que hacer malabarismos para no ponerme a roncar en las narices del doctor de turno. Claro está que mis actuales colegas, en aquel entonces, sólo lo eran porque compartíamos físicamente un espacio; de hecho, ellos, obedeciendo a su impecable formación (y no sé si a una latente antipatía), preferían usar para mí el término, quizá más exacto, de «El infiltrado».

Llegué aquí con el objetivo de crear sistemas expertos, programas capaces de entender una pregunta y de dar una respuesta coherente; así que era primero informático y después todo lo demás. Pensé que la formación, más completa y correcta, que podría obtener acerca del idioma en un curso de lingüistica me vendría bien; pero, a esas alturas, aburrido y desmotivado, ya estaba casi convencido de que no había sido buena idea. Si hoy, después de un giro de ciento ochenta grados, soy profesor de esta facultad y, si se me permite la inmodestia, alguien un tanto conocido, se debe únicamente al conferenciante al que tengo el gusto de presentar hoy: el profesor Humberto Cifuentes.

El profesor Cifuentes, a quien tengo el inmenso honor de contar entre mis amigos, supo despertar en mí el interés por el estudio de la lengua transmitiéndome su ánimo para afrontarlo, no como una materia muerta, sino como una herramienta de trabajo. Una herramienta que permitía resolver enigmas, descubrir relaciones ocultas entre etnias y tradiciones, y servir como parte indispensable del estudio del presente y del pasado. Allí donde otros se contentaban con la clasificación académica, Humberto siempre fue más allá; vivía, vive, con un entusiasmo casi atropellado, y ya entonces pasaba más tiempo recopilando tradición oral u observando inscripciones y documentos in situ que entre las paredes de su despacho. No debe sorprender, pues, que su agudo intelecto se volcara en el desarrollo de la Arqueolingüística, toda una revolución para la época. Y, desde hace ya veinte años, muchos han sido los lugares, identificados en la literatura sólo con un nombre aparentemente fantástico o imaginario, a los que el profesor ha sabido encontrar su correspondencia en el mundo real.

Creo que no hará falta que les recuerde cuál ha sido el mayor logro de la disciplina engendrada por el profesor Cifuentes. Pero no me resisto a decirles, porque lo viví, que si a cualquier persona de principios del siglo XXI se le hubiera dicho que un lingüista, a partir del cuidadoso análisis de la tradición épica de los pueblos de toda Europa, sería capaz de hallar la ubicación de la ciudad perdida de la Atlántida, directamente se hubiera echado a reir. Figúrense: la clave de uno de los enigmas más estudiados desde tiempos inmemoriales se hallaba en una serie de documentos que se conocían desde hacía varias generaciones. Pero sólo el profesor Cifuentes fue capaz de darle un sentido unitario a aquella maraña inconexa de dioses y leyendas y de poner un punto en el mapa, un punto certero y brillante. Cuando la rotunda silueta del primero de los templos sumergidos se dibujó en el radar del buque de exploración, todos fuimos conscientes de que estábamos participando en uno de los grandes hallazgos de la historia.

De todo aquello, en lo que tuve la fortuna de participar en primera persona, nos hablará hoy Humberto, así como de los resultados de sus recientes investigaciones en los petroglifos de las islas del Lago Nicaragua, que, de nuevo en una asombrosa revelación, nos indican que hubo un grupo de navegantes eurasiáticos que alcanzó Centroamérica mucho antes de lo que convencionalmente se ha creído. No quiero entretenerles más, de modo que, estimados colegas, gustosamente les dejo con el profesor Cifuentes y su conferencia «Petroglifos de Nicaragua y el hombre aleutiano».