¿Y ahora dónde vamos?
Hoy he bajado a DC a echarme unas risas. Como no se puede decir que me haya levantado muy temprano, y como dependo del transporte público para ir y venir, no he pasado mucho tiempo en la capital. Pero sí que he podido dar alguna vuelta que otra. Además, me ha servido de experiencia, porque llegar a Washington es una pequeña odisea…
El metro de Washington.
Los fines de semana, sólo hay un bus que me valga, que tengo que coger a un cuarto de hora de la casa, andando por aceras sin la menor sombra (y hoy hacía un calor HORRIBLE). El bus pasa cada media hora (de modo que si lo pierdes estás jeringao) y tarda 25 minutos en llevarte a una estación de Metro de las más periféricas del mundo. Luego coges allí la línea roja (15 o 20 minutos de frecuencia de paso) y en 35 minutos estás en el centro de la ciudad.
Washington Monument.
Desgraciadamente, como las frecuencias son las que son y el último bus de vuelta sale a las ocho, tampoco puede uno quedarse hasta muy tarde en DC. Sobre todo si, como es mi caso, consigues que se te vaya en las narices el metro a la ida (16 minutos de espera) y a la vuelta (20 minutos, mas otros 25 esperando al bus que también hacía poco que se había ido cuando llegué). Ya he dicho en más de una ocasión que esto está hecho para los coches…
El piloto más carismático de un Sopwith Camel…
En DC, la actividad del día ha sido el Smithsonian Air & Space Museum. Los museos Smithsonian son todo un enigma. Son increíblemente grandes y están montados de manera sublime. Y encima hay 16: de Arte Moderno, de Historia Natural, de Historia Americana, de Arte e Industria,… y luego un zoológico y algunas frikadas más. Y encima de las encimas son gratis (al menos casi todos). Es lo típico que uno no se espera que exista hasta que llega al Imperio.
Para los muy frikis y/o físicos: ¿Qué representa esta vidriera? (¡Sí, es eso!)
Además de todos los ademases, los museos Smithsonian tienen una codiciada característica: Aire Acondicionado ™, que no veais si era necesario hoy en plena canícula. De hecho, mi primera parada ha sido Union Station (que según la guía que tengo tiene unas maravillosas vistas; por dentro no es fea, pero de ahí a decir que las vistas son maravillosas… habría que llevar al redactor al Mirador de San Nicolás y que compare), con la idea de caminar hacia el Mall, pero tras varios segundos en el sol he decidido que mejor iba las tres paradas en Metro…
Union Station.
Por supuesto, una vez en el Metro he vuelto a perderlo por un suspiro y he estado diez minutos esperando para seis de viaje; cosas que pasan. Tras comer un frugal perrito caliente (cobrado a precio de oro, como no podía ser menos), he entrado en el mitológico museo. La primera impresión es que es GRANDE. «Sólo» tiene dos plantas, pero es probablemente de los más amplios en cuanto a extensión. Para contribuir a la impresión, buena parte de la segunda planta no tiene suelo, sino que simplemente forma una especie de enormes bóvedas en las que hay, colgados o anclados, todo tipo de aviones, satélites, cohetes espaciales, el módulo lunar de los Apolo, SpaceShipOne, etc.
Un pequeño paso para el hombre…
El Air & Space Museum, como buen Smithsonian, no sólo está lleno de todo tipo de interesantes cachivaches. También tiene una ambientación muy cuidada, incluyendo unos elaborados atrezzos y montajes audiovisuales. Por ejemplo, una de las exhibiciones iba sobre el papel de la aviación en la Gran Guerra, y además de todo tipo de vidrieras, señales en plan Metro de Londres, etc. tenía un pequeño cine (con su puerta, ventanilla de tickets…) en el que se proyectaba un vídeo de unos diez minutos acerca de las primeras películas de Hollywood sobre la aviación (por cierto, que entre los actores que habían sido estrellas, aparecía nada más y nada menos que el gran Errol Flynn).
Los bombardeos de Londres.
Así me he pateado el museo casi entero, lo que tiene un cierto mérito, porque como ya he dicho cuatro veces es enorme. Eso sí, no he entrado ni en el planetario ni en el cine IMAX, porque no me sobraba el tiempo y porque (en este último caso, especialmente) las colas llegaban hasta la puerta. Pero para poner en perspectiva lo que es la Smithsonian Institution en este país, los fondos expuestos no llegan al 10% (!) de lo que tienen. No hace mucho han abierto un hangar increíblemente grande en el que tienen un montón más de cosas, especialmente naves demasiado voluminosas para el edificio del Mall; entre ellas, nada más y nada menos que la Space Shuttle Enterprise, un Concorde, el Enola Gay y unos cuantos aviones más. Casi ná. Tendré que ir otro día de estos, aunque es un paseíto curioso (está en Dulles, el aeropuerto al que llegué).
World War II Memorial.
Después de los museos, he dado una vuelta por el entorno del Mall por aquello de hacer turismo. No he podido perderme mucho porque tenía que ir pensando en volverme, y las estaciones de Metro no me quedaban muy cerca. Pero he podido ver bastantes cosillas, unas más de cerca que otras: el Castillo Smithsonian (para variar), el Capitolio, el Reflecting Pool, el Memorial de la II Guerra Mundial, la Casa Blanca, etc. etc. Aquí os he dejado algunas postales de mi día; ya os pondré más. De momento, a dormir. ¡Hasta pronto!
Reflecting Pool.