Ankalima
Ingravidez y esencia laten tras tu refugio
como mudas palabras repetidas.
Ante ti me desnudo de gramática
y gestos. La mirada
puede decir que sí con un destello;
yo ya lo he comprobado entre tus ojos,
tu inmensidad de océano,
tus volutas de incienso.
Finges que eres pequeña y desvalida
para mejor atarme en tu intrincada trampa;
me escribes telegramas que surgen de tus dedos,
tu roce es una sombra
que se derrama allí por donde pasas,
y tu tela de araña
cruza tan fácilmente los senderos y valles
como un hilo de seda suspendido en el viento.
Puede que no haya tiempo de que se me conceda
aquel deseo de infancia,
pero hay por fin un sitio al que llamar pradera,
por fin una morada
después de tantos años de negación vacía
y de desesperada huida hacia adelante.
Ante tí nada importa.
No hay obstáculo alguno que detenga tu marcha.
Con facilidad trepas por las enredaderas,
me acechas, me vigilas, tras las lagunas soy
compañero en un juego
que, como siempre, acaba abruptamente;
capturado me envuelves
en un arcoiris breve, alado y libre,
y estallamos en luz
tan pronto llega
el momento esperado de la unión y ese abrazo
que nos proyecta azules
en el celeste reino,
y son nuestros dos cuerpos imperfectos
la más brillante estrella
en nacer de entre el polvo
de la miseria propia.
Colgado: septiembre 16th, 2013 en Cincel del verbo.