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Lisboa, día 5

El Sábado, nuestro breve pero intenso viaje a Lisboa tocaba a su fin. Teníamos todavía un último día por delante, porque nuestro vuelo no salía hasta pasadas las diez de la noche. Así que aprovechamos este rato de libertad para ver un par de cosas que teníamos todavía pendientes. La primera era algo que nos cogía muy cerquita del hotel y que, sin ser demasiado conocido, es una de las joyas de la ciudad de Lisboa: el museo de la Fundación Calouste Gulbenkian.

La entrada al Gulbenkian.

La entrada al Gulbenkian.

Calouste Gulbenkian es un hombre con una historia interesante, casi sacada de una novela de Julio Verne. A pesar de que es un desconocido para la gran mayoría del planeta, llegó a ser uno de los hombres más ricos del mundo, aunque nunca le gustó la ostentación de cara al exterior. Su destino quedó sellado cuando, en la época de entreguerras, consiguió los derechos sobre la explotación del petróleo iraquí, algo que Gulbenkian llevaba madurando desde principios del siglo XX.

Una pieza de la amplia colección que Gulbenkian hizo de su amigo René Lalique.

Una pieza de la amplia colección que Gulbenkian hizo de su amigo René Lalique.

Gulbenkian invirtió buena parte de su fortuna, amasada gracias al lucrativo negocio del petróleo, en coleccionar arte. Quizá la palabra que mejor define el gusto de Gulbenkian —y, por lo tanto, la colección del Museu— es ecléctico. Su casa en París acabó llena hasta los topes de obras de arte de todo tipo: mientras que la mayoría de coleccionistas deciden centrarse en una disciplina o época, Gulbenkian acumuló obras de arte sin más criterio que el de su propia sensibilidad estética.

Piezas del Antiguo Egipto.

Piezas del Antiguo Egipto.

Lisboa, ciudad que fue su hogar durante los últimos trece años de su vida, vio nacer la Fundación Gulbenkian, que heredó todas las obras de arte de Calouste a su muerte y creó el Museu. En un elegante y amplio edificio, las mejores piezas de la colección se exhiben para los visitantes.

Un detalle del bajorrelieve del Palacio de Nimrod.

Un detalle del bajorrelieve del Palacio de Nimrod.

El museo, como ya he repetido varias veces, sorprende por su increíble variedad. Arte armenio, orfebrería del artesano René Lalique, pintura, vasijas grecorromanas, un impresionante bajorrelieve asirio, esculturas, piezas islámicas, muebles decorativos, porcelana china a espuertas, ricos ropajes, biombos, tapices… y, por supuesto, pinturas. Un sitio, en resumen, fascinante.

La casa de té de la luna de Agosto :P

La casa de té de la luna de Agosto 😛

Después de pasar toda la mañana en el Museu Gulbenkian y de comer algo, nos encaminamos otra vez al Parque Eduardo VII. Nuestra idea era asomarnos a dos invernaderos que se encuentran dentro del parque, la Estufa Fría y la Estufa Quente, que cuentan con una enorme variedad de plantas y que no tienen nada que envidiar a cualquiera de los mejores jardines botánicos de Europa…

Los habitantes más carismáticos del Parque Fernando VII.

Los habitantes más carismáticos del Parque Fernando VII.

…por lo menos en teoría, porque, en la práctica, no tuvimos suerte: lamentablemente, un amable cartelito nos informó de que, para evitar que el sitio se cayese a pedazos, estaban reformándolo e iba a estar cerrado unos cuantos meses. Tendrá que quedar para la próxima vez que estemos en Lisboa; la reapertura está prevista para principios del año que viene, así que hay tiempo de írselo pensando. 🙂

Hasta aquí hemos llegao…. (foto hecha a través de la reja :P)

Hasta aquí hemos llegao…. (foto hecha a través de la reja :P)

Ante el panorama, pusimos rumbo a la que iba a ser nuestra última visita lisboeta, el Jardim da Estrela. Elegante y abarcable, el jardín muestra con orgullo el encanto y esplendor de sus más de 150 años de historia.

Así es el Jardim.

Así es el Jardim.

Al muestrario de templetes y lagos del Jardim se puede llegar, aparte de caminando desde el Parque Eduardo VII, con el mismo tranvía 28 que serpentea por las calles de Alfama. Árboles centenarios dan sombra a los visitantes, y el rumor de las fuentes refresca y relaja.

…y el tiempo se detiene.

…y el tiempo se detiene.

A los pies del Jardim se alza la Basílica da Estrela. Esta fue la primera iglesia del mundo que se consagró al Corazón de Jesús, moda que han continuado multitud de templos por todo el mundo (quizá el más conocido sea el Sacre Coeur de París).

La Basílica da Estrela, entre los árboles del Jardim.

La Basílica da Estrela, entre los árboles del Jardim.

Pero ya se acababa la tarde, y, con ella, nuestro viaje a Lisboa tocaba a su fin. Pusimos rumbo a nuestro hotel para recoger las maletas y después… al aeropuerto, donde un cómodo viaje (¡ni 40 minutos!) nos dejó de nuevo en Sevilla.

El aeropuerto de Lisboa.

El aeropuerto de Lisboa.

Con esto (¡más vale tarde que nunca!) concluye la historia de nuestro viaje a Lisboa, una ciudad especial en todos los sentidos. En breve, completaré esta serie con un último post con, entre otras cosas, algunos consejos de interés sobre el viaje para los que estéis considerando ir para allá, cosa que os recomiendo. De momento, os dejo con la presentación de las mejores fotos del quinto día…

 

enlace al set en Flickr

…y, como siempre, os enlazo el set de Flickr y la presentación con todas las fotos, por si os apetece verlas. ¡Hasta pronto! 🙂