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East Main St

Bueno, tengo muchas cosas que contaros (lo de la bici será objeto de un post aparte :P), pero como hay que empezar por algún lado, y en honor a lo prometido ayer, os hago un mini-reportaje de mi viaje a Rochester.


El aeropuerto de Philadelphia.

Lo cierto es que el pre-viaje no había empezado precisamente bien. Una semana antes de irme, reservé el vuelo con una low cost estadounidense entre Baltimore (que está a una hora de mi casa) y Rochester. La low cost no me dejó comprarlo desde su página porque por lo visto no tenían preparado el sistema para tarjetas de crédito no estadounidenses (!!), pero pude encontrar el mismo vuelo (algo más caro) en Travelocity, una página tipo Atrápalo en versión americana. Bueno, pues como a tres o cuatro días vista me dicen que la reserva está cancelada porque AirTran (la lowcost implicada) no había obtenido autorización de mi banco. Total, que resignado me vuelvo a Rumbo y lo que era un vuelo directo de una hora se convierte en uno de tres horas, con un transbordo en Philadelphia, el doble de caro y con un horario fatal para la vuelta (me perdí casi todo el último día de congreso). Cosas que pasan…


¡¡Llegué!! (mirad abajo a la derecha :P)

Por si esto fuera poco, tenía la presentación el Lunes después de comer (un horario espléndido, por cierto) y, como os comenté en su día, no la llevaba preparada para nada. Abreviando un poco, me traje de Sevilla un montón de datos que procesar, y los resultados no han sido los que yo esperaba (para ser más exactos, el aspecto de los resultados es lo que no era bonito; los resultados no estaban mal, estrictamente). Así que a última hora decidí darle un giro radical a la presentación y hacer una versión un poco más cuidada (y en inglés :P) de la de mi trabajo de investigación. Total, que el primer día llego al hotel (fantástico), suelto los tiestos, me voy a la recepción del congreso, asisto a la conferencia inaugural (muy curiosa… acerca del estudio de los restos de las Torres Gemelas), me vuelvo al hotel… y a escribir se ha dicho. Un litro de Diet Coke después, acabé la presentación, la ensayé un poco y me acosté. Eran las tres de la mañana…


Una calle de Rochester.

A las siete y media me levanto y me encamino al hotel del congreso, separado del mío por un agradable paseo: doscientos metros sobre uno de los puente sobre el río Genesee que salpican el centro de la ciudad. Tras una mañana y comida en la que mis nervios iban en aumento, llegó por fin la hora de mi presentación. Saqué mi vena de showman y no me fue mal del todo… Comencé diciendo que no pretendía descubrir nada, sino simplemente «enseñar un truquito», y orienté la charla a ser una especie de nota técnica, sin muchas zarandajas científicas. La consecuencia inmediata es que más o menos todo el mundo, independientemente de su background, se enteró de lo que quería contarle. Sabía que a la gente le encanta aprender, así que esperaba que esa fuera mi salvación 🙂


El río Genesee.

Y a la gente, según parece, le gustó bastante. Varios coincidieron en definirla como colorful, que, según el diccionario, significa (aparte de con muchos colorines, que también) llamativo por su variedad e interés. No está nada mal 🙂 Alguno se acercó después a decirme que agradecía ver algo diferente, que en estas conferencias siempre se acababa presentando lo mismo. Y también hubo algunos interesantes intercambios científicos a propósito del material que estudio; parece ser que su fractura es un problema bastante más enrevesado de lo que parece, así que si soy capaz de resolverlo ya tengo tesis 😛


El hotel de la conferencia, reflejado en la fachada de enfrente.

La cena para ese día era libre. Yo fui con uno de los que me había planteado preguntas, Rick Brandt, que sabe un rato de zafiro y es, adicionalmente, un cachondo mental 😛 Los cinco que estábamos en el grupo acabamos en un restaurante llamado Siena, que, por lo visto, le había recomendado a Brandt el taxista que lo traía del aeropuerto. La ambientación fabulosa, la comida fabulosa, y la cuenta… no menos fabulosa: 287 dólares, mas la propina, que por estos lares está muy encarecida y que añade un 15% de recargo. Total, 65 pavos por cabeza. Y tampoco comimos tanto: un plato grande común, dos rondas de pan, dos botellas de vino y un plato y un postre por cabeza. La deducción lógica es que, o los taxistas ganan más que un ministro en Rochester, o Rick se montó con el cuñado del dueño del restaurante… Al día siguiente me encontré con mi jefe de NIST, que se había ido con un colaborador suyo y con la familia de otro amigo de ambos de NIST, y esa noche se hartaron de excelente comida italiana por 20 dólares. Así es la vida 😛


Una calle en Downtown.

Apenas tuve tiempo de vivir mucho Rochester, pero parece una ciudad interesante. Eso sí, la cercanía a los Grandes Lagos, que están casi como para ir andando desde la ciudad, hace que el clima sea un poco tristón, frío y con tendencia a la lluvia (y alguna vez sufrimos una tormenta bastante furiosa). Llama la atención la cantidad de gente de color que hay (yo diría que son mayoría), muchos de ellos montados en su bici: los ciclistas son una institución por el centro de Rochester, y hasta los buses tienen en la parte delantera un artilugio para colgar las bicis (algo que también pasa por aquí cerca, por cierto). El aspecto más negativo que encontré fue que estaba algo sucia… y que en la puerta del hotel nos encontramos con pedigüeños más de una vez, lo que, teniendo en cuenta que me tenía que volver solo de noche al otro hotel, no me hacía sentirme muy seguro. No creo que sea una ciudad más peligrosa que cualquier otra, pero ir con pinta de perdido, arregladito y con una cámara de fotos colgada no es precisamente un buen disfraz para pasar desapercibido…


Lawyers Cooperative Extension, con su estatua de Mercurio, a la izquierda; Time Square, a la derecha.

El segundo día de congreso fue bastante intenso, aunque yo ya estaba bastante tranquilito. También negocié con los organizadores y me dejaron entregarles el artículo esta semana que entra (más tranquilidad :), aunque el Jueves me quedaré hasta última hora como siempre…). Una vez
se clausuró el congreso, tenía como una hora y cuarto que perder hasta la cena de gala. Decidí ir al hotel, coger la cámara y dar una vuelta para hacer algunas fotillos. El día era espléndido, la luz de la tarde era excelente (véase la foto siguiente como muestra)… pero a las diez o quince fotos se volvió a fastidiar la cámara :»»( (otra vez el lector de tarjetas, según sospecho). Por mucho que probé, e incluso recurriendo a la violencia, no hubo modo de resucitarla. Así que me volví al hotel para no ir cargando con ella y me encaminé resignado a la cena de gala.


First Federal Building.

Del pequeño paseo que me di me quedo con que Rochester es una ciudad que vive bastante volcada a su río. Hay infinidad de puentes (bastantes con pinta de ser históricos) y casi todos los grandes edificios se pueden admirar muy bien desde ellos. No todos los puentes son del año de la polka; también hay alguno más moderno, como el de detrás de mi hotel, con planta lejanamente en forma de Y, en el que había infinidad de banderas y algunas esculturas al aire libre.


Una de las esculturas al aire libre.

En la cena de gala me lo pasé bastante bien 🙂 Entre otras cosas curiosas, me enteré de que los Sandia National Labs se llaman así porque están en el entorno de una sierra que, al atardecer, se tiñe de un color rojizo intenso (sí, como el de las sandías :P) Pero lo mejor fue cuando se pusieron a hablar del Gran Cañón y del rafting (por lo visto hay listas de espera kilométricas para bajar en kayak o en barca neumática por el río… se tarda como una semana en hacer el viaje). A mí se me ocurrió decir que yo también había hecho algo similar —a menor escala, claro— en el viaje de fin de curso (alguno os acordareis de ello, ¿no? :)) Bueno, pues resulta que Jean Pierre, el amigo de mi jefe y francés de pura cepa, había andado por la zona (el río Pallaresa). No solo eso, sino que había sido parte del equipo americano (reitero lo de francés de pura cepa) de kayak y se había hartado de entrenar y de dar vueltas por las competiciones en los 4 años que estuvo en Estados Unidos. (El tío entrenaba en la Costa Oeste, de modo que los Viernes y Domingos se metía un vuelo de N horas entre pecho y espalda; es como quien va todos los fines de semana a Praga, chispa más o menos).


De esto no he encontrado el nombre… xD

Hago un inciso para indicar que en Rochester me he sentido genuinamente como una mujer: iba al baño cada par de horas o así. La culpa la tiene la bebida, aunque por suerte (o más bien por desgracia :P) era de todo menos alcohólica. En cada mesa del congreso había siempre disponible una jarrita de ice water, y claro, yo no podía resistirme a beber vaso tras vaso… todo eso sumado al te y similares que teníamos en los descansos. Tras la cena de gala subsané la ausencia de alcohol y compartí un ron (bueno, dos :P) con unos cuantos amigos, entre los que estabam varios con los que fui a cenar el día anterior, así como George Quinn, compañero en NIST y probablemente una de las personas del mundo mundial que más sabe en el tema de la fractura.


Mercurio en el horizonte.

Desgraciadamente, al día siguiente tenía que irme pronto para coger el vuelo (debido a la movida con el billete), así que me perdí bastantes conferencias. Por lo visto hubo una sobre rotura de ventanas en plan CSI total. Tras un primer vuelo sin mayores problemas (salvo que me registraron la maleta delante de todo el mundo… menos mal que las revistas porno las llevaba en el equipaje de mano xDD), llego a Philadelphia y me encuentro con que el segundo vuelo iba con más de media hora de retraso. Total, como había pedido una shuttle para que me esperase en el aeropuerto de Baltimore, llamo a la casa para avisar del retraso. (Una shuttle es una fragoneta compartida; tú la pides y ellos te recogen y te llevan, puerta a puerta. Compartes el recorrido con otros viajeros a los que les pilla de paso, y a cambio te sale como por la mitad que un taxi). Long story short, a mi llegada a Baltimore (con unos 15 minutos de retraso) allí no había shuttle ninguna. Tras varias llamadas (la última abroncando) y una mortificante espera, al final aparece milagrosamente una shuttle una hora y media después. Y además la misma shuttle recogió a otros dos viajeros que iban a un pueblo anterior al mío y los dejó a ellos primero, total: otra hora y media en llegar a casa. En resumen, que salí del hotel a las diez de la mañana y llegué a la casa a las siete de la tarde. Un viaje plácido, sí señor… 🙁


Time Square, Rochester.

Eso sí, no todo iba a ser malo. Ya que mi coacción no había sido suficiente, decidí empaquetar la cámara en la maleta facturada, para dejárselo a los profesionales del maltrato. (Menos mal que no me perdieron la maleta, porque las llaves de la casa me las dejé dentro del bolsito de la misma… :s) Y hete aquí que, cuando llego por fin a mi cuarto en Tannery Drive, enciendo la cámara y… funciona perfectamente. A ver hasta cuando, pero por lo menos ya puedo bajar tranquilamente a todos esos sitios que tengo a mi alcance y echarles fotitos 🙂

Ale, pues ya está aquí el macro-report del viaje 😛 Como os digo, tengo muchas otras cosas que contaros, pero después de una hora y media escribiendo ya me apetece ponerme a otros cuidados 🙂 Así que se quedan para días posteriores. ¡Un abrazo a todos!